Villa Mazzini: el barrio porteño que nació arriba de un barco emigrante

A fines del siglo XIX la zona de Belgrano, Urquiza y Ortúzar estaba poblada por quintas de italianos. En el presente, pinta su paisaje la iglesia San Patricio, calles de adoquín, el paso del tren, casas bajas y tardes serenas.

Antes de que existieran como tales, los barrios de Belgrano (Comuna 13), Villa Urquiza (Comuna 12) y Villa Ortúzar (Comuna 15) ya tenían pobladores, familias, descendencia. Desempolvar los primeros pasos de esta latitud porteña lleva a evocar el lema “Crisol de razas”, la idea que postula que parte de la argentinidad llegó “en barco”. La historia de Villa Mazzini rescata aquel espíritu de época.

Seeber funda Urquiza: Todo empezó con tapar un pozo

A diferencia de los más de 400 mil guerreros muertos, Francisco Seeber sí sobrevivió a la Guerra del Paraguay (1864-70), una de las más sangrientas del siglo XIX en el Cono Sur. Lejos de la quietud del veterano, rehízo su vida. En 1872 creó la firma Depósitos y Muelles Catalinas SA (evoca la iglesia y convento homónimo en San Martín 705). Ese año empezó el tercer muelle en el lado ribereño del Paseo de Julio (actual Alem). Los otros dos eran la Aduana Taylor y el muelle de pasajeros de Cangallo. Este tercero, ubicado a la altura de la calle Paraguay, también era para pasajeros que llegaban en barcos pequeños o medianos. El muelle se extendía casi dos cuadras dentro del Río de la Plata. Estaba hecho con madera de algarrobo y pino. Dos locomotoras corrían de lado a lado para llevar pasajeros a tierra firme. Allí se tomaban tranvías a Once, Constitución y Cinco Esquinas (Barrio Norte). Esta postal precedió las obras portuarias de
Eduardo Madero (Hoy barrio de Puerto Madero).

Pero antes de toda esa gloria y gestión, Seeber encontró un problema: el predio del Paseo de Julio y Paraguay era muy bajo. Había que rellenarlo para trazar el muelle. Encontró la solución en el oeste: compró terrenos de un paraje conocido como Lomas Altas. Estaban casi a 40 metros sobre el nivel del mar y a 10 kilómetros al noroeste de sus Catalinas.

Para realizar las excavaciones y el traslado de tierra, Seeber contrató ciento veinte obreros italianos y entrerrianos. Los trabajadores a mediados de 1887 se instalaron en las Lomas sin saber que por esa acción además de un tener un hogar iban a alcanzar un lugar en la historia de Buenos Aires.

Tres villas para un solo caudillo

Terminadas las obras, Seeber se desprendió de las tierras, se avocó a la política y se hizo intendente porteño entre 1889 y 1890, aparte dirigió el Ferrocarril Oeste. Fue su cuñado, Emilio Agrelo, quien loteó y vendió las Lomas Altas. Las dividió en 76 manzanas, donde emergió Villa de Las Catalinas. Según argumentos de la Ordenanza N° 42.138 (1987), el hecho ocurrió el domingo 2 de octubre de l887. De ahí viene el Día Oficial de Villa Urquiza.

Aparte de las Catalinas, pobladores italianos levantaron la Villa Mazzini (De los Incas, Olazábal, Álvarez Thomas y Melián).

También en esa zona vivió gente de Villa Modelo (Bucarelli, La Pampa, Triunvirato y Olazábal).
Estos tres poblados se unieron para dar lugar a Villa Urquiza. Por solicitud de gran parte del poblado, sobre todo descendientes entrerrianos, el 16 de octubre de 1901 el presidente Julio A. Roca y Joaquín V. González firman un decreto para que la zona se llame Villa Urquiza en homenaje al centenario del caudillo que derrotó a Rosas en Caseros; puesto que cumplía años dos días más tarde.

Un homenaje a la unificación italiana a 40 metros sobre el mar

A fines del siglo XIX, la representación de italianos en la población total del país rondaba el diez por ciento. Su presencia, fogoneada por las turbulencias sociales y políticas en el viejo continente, hicieron fondear decenas de barcos en las costas del Plata. Un puñado de aquellos emigrantes marcharon los diez kilómetros hasta las Lomas Altas de Seeber.

“Un plano del año 1883, nos permite observar la diagramación del pueblo de Belgrano, como una isla poblada en las llanuras cercanas a Buenos Aires y también un pequeño núcleo, denominado Villa Ortúzar, apena bosquejado entonces”, explica Diego a. del Pino en su libro Villa Urquiza Barrio Centenario (Ediciones Marymar) y agrega: “Todavía no aparecen en tal documentación las manzanas pobladas que alguna vez serían Villa Catalinas, primer nombre de nuestro barrio. Unos años más tarde, por 1888, y según un plano de Latzina, se observaba la denominación de “Pueblo de las Catalinas”, con un caserío vecino, denominado “Villa Mazzini”, nombre que evidenciaba la presencia en la zona de numerosos quinteros italianos, admiradores del político de ese país”.

El barrio Mazzini limitaba entre las actuales avenidas De los Incas, Olazábal, Álvarez Thomas y Melián, según un mapa de la Guía Peuser 1931. Se trata de terrenos hoy comprendidos por Urquiza (Comuna 12), Belgrano (Comuna 13) y Ortúzar (Comuna 15).

El nombre evoca a un referente político italiano del siglo XIX: Giuseppe Mazzini (22 de junio de 1805- 10 de marzo de 1872). Le llamaban “El alma de Italia” por luchar en pos de la unificación estatal.

El encanto de un viejo arrabal

Entrado el siglo XX, Villa Mazzini seguía con su identidad. Los italianos quinteros habían tenido familia y ya iban por la segunda generación asentada en este rincón porteño. En el paisaje de aquel entonces dominaban las casas bajas con jardines vistosos. De tanto en tanto había algún que otro petit hotel que compartía horizonte con el paso del vendedor de pavos vivos, el camión de la lechería Santa Brigada, aparte de las andadas de los últimos jinetes a caballo antes de la hegemonía automotriz.

En las memorias del vecino Jorge González Antunes sobresale el vivero de Morilla, de gran actividad por la venta de plantas florales y arbustos y además por su transformación durante la noche como sala de juego fuerte. En la Pampa entre Estomba y Av. Forest se encontraba la escuela de varones “José Hernández”, mientras que en Carbajal y Plaza estaba la de mujeres.

Cuenta Antunes que Mazzini tenía una herrería en Plaza, entre Juramento y Mendoza, que era una atracción para los pibes. La lluvia de chispas era la atracción de muchos en las tardes del barrio. Otro destacado era la Iglesia de San Patricio. Primero fue una casa de chapa cuya para luego llegar al enladrillado templo irlandés del presente en Estomba y Echeverría.

Un vecino destacado de aquellas cuadras fue José María Guido (29 de agosto de 1910- 13 de junio de 1975), ex presidente de facto de la Nación. Vivió en una casa sobre Tronador, entre Sucre y Echeverría.

El barrio donde Borges se convirtió en Borges

Otra sitio destacado de Villa Mazzini era la casona de jardines y arboleda de Tronador 1746. Aparte de ser la única en la zona con teléfono, se destacó por ser hogar de la escritora Norah Lange. Vivió con su familia y su techo cobijó noches de tertulia literaria hombro a hombro con Jorge Luis Borges, Macedonio Fernández, Leopoldo Marechal y tantos más. Algunos tomaban el tranvía 7 que los dejaba en Triunvirato y Pampa y caminaban entre la barriada serena.

Muchos le dedicaron a Urquiza y Mazzini sentidos textos. A la cabeza está Norah misma: la tapa de la primera edición de Cuadernos de Infancia lleva un dibujo de la casa realizado por su hermana Irma. Así prologó Borges la publicación: “Esa quinta que no demarcaré con mentirosa precisión topográfica y de la que me basta señalar que está en la hondura de la tarde, junto a esas calles grandes con las cuales es piadoso el último sol y en que el apagado ladrillo de la altas aceras es un trasunto del poniente cuya luz es como una fiesta pobre sobre los terrenos finales”. Marechal homenajeó la casona de Tronador en su Adán Buenos Ayres y Leónidas Barletta la evocó en “La ciudad de un hombre”.

Sin embargo, lo sustancioso para la literatura argentina (y universal) ocurrió con la transformación de Borges. Fue en Mazzini donde mutó su estilo a raíz de un desengaño amoroso, consecuencia del triángulo amoroso que protagonizó (y perdió) con Oliverio Girondo y Norah Lange.

Fabián Casas dice en Ñ que en 1926 una cena homenaje a Ricardo Güiraldes terminó con el corazón de Borges roto: él acudió al evento del brazo de Norah Lange sólo para verla caer rendida de amor ante Girondo, su “rival estético”. “Desdichado, la obsesión con Norah Lange fue in crescendo y signando gran parte de su obra.  (…) Borges sufría pero estaba escribiendo como los dioses. Convertía su dolor en aventura”, concluyó Casas. “Tal vez debamos a Oliverio Girondo la existencia del Borges literario que veneramos, la del padre de la literatura latinoamericana moderna. Sin Girondo y su “robo” de Norah, puede que Borges (un Borges feliz en lo amoroso) hubiese insistido en su absurdo intento de convertirse en el Walt Whitman de la Argentina”, reflexiona el Hexagonal Babel.

Pasajes que llevan a San Patricio

Perseguir aquellas proezas de barrio con las fachadas actuales es un desafío. También lo es buscar las coordenadas exactas de aquel barrio perdido. Además del mapa de 1931, se puede contrastar la ubicación de Mazzini con el vigente Código de Planeamiento Urbano: el Distrito U28 – Belgrano R. está integrado por partes de Colegiales, las Villas Ortúzar y Mazzini. Sus límites rondan Olazábal, Holmberg, De los Incas, Elcano, Zapiola, La Pampa, Sucre, Zuberbühler, Echeverría (Plano Nº 5.4.6.29).

Al contrastar las cartografías, surge que la traza de Mazzini dentro de Urquiza está entre los pasajes Palotinos, Padilla y Puente del Inca. Se convierte así en una zona calma, de poco tránsito. Entre Plaza, Echverría y Palotinos se ubica una de las manzanas más pequeñas de toda Capital Federal. En la ochava hay un mural homenaje a los padres palotinos. Este año se cumplen cuatro décadas de la Masacre de San Patricio, ocurrida en la iglesia homónima de Estomba y Echeverría. La autoría del crimen se atribuye a grupos de tarea de la ESMA. La pintada lleva el 4 de julio de 2016 (día del asesinato) en letras celestes y blancas. Al lado están los retratos de los religiosos fusilados: Alfredo “Alfie” Kelly (1933), Alfredo Leaden (1919) y Pedro Dufau (1908) y los seminaristas Salvador Barbeito (1951) y Emilio José Barletti (1952). Hay un segundo muro en la vereda de enfrente con el rostro de la virgen María y una alegoría religiosa.

Por fuera de la irlandesa San Patricio, la zona rebosa de arquitecturas de corte inglés (algunas ocupan la esquina entera), también hay casas chorizo y edificaciones minimalistas que datan de mediados del siglo pasado. Une a todas ellas su baja altura: uno o dos pisos.

A pesar de la calma que impera, digna de tardes de siesta, hay varias garitas de seguridad. Muchas de ellas son se servicios privados (también hay autos de las firmas apostados en esquinas) y de la Policía Metropolitana. El contrapunto está en la zona del barrio Donado-Holmberg, donde la construcción de nuevos edificios está en plena marcha. Las grúas gigantes y las máquinas de hormigón son las protagonistas.

Con esta oleada hacia arriba se hace difícil evocar lo que fue este rincón de en los tiempos que lo llamaban Mazzini y los pavos correteaban entre los herreros y lecheros mientras un joven Borges junto a otros poetas iban en busca de amores perdidos y encontrados. Sin embargo estos momentos entrañables aún viven en cuentos, novelas y relatos de generación a generación; la otra historia de cómo se fundó Villa Urquiza.

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