Tango en la Glorieta de Versailles, a 20 años de su recuperación

Está en el paseo verde de Arregui y Porcel de Peralta. Su estructura perteneció a un célebre mercado de abasto. Desde hace dos años, María Laura Collavini y Gustavo Negrotto organizan una milonga los domingos a la tarde.

Por Juan Manuel Castro

Salvada de la picota y el óxido hace dos décadas, la Glorieta de Versailles aun reúne a sus vecinos. Antaño fue el techo del antiguo mercado de abasto local y ahora brilla en la milonga del domingo, organizada por los bailarines María Laura Collavini y Gustavo Negrotto.

A media tarde, con el silencio de la siesta de fondo, la dupla tanguera llega al paseo verde de Arregui y Porcel de Peralta (Comuna 10). Con un parlante en una mano y un secador en la otra, acondicionan el lugar, desperdigan unas banquetas, ponen los primeros tangos y esperan la llegada de los vecinos.

“Este es un sitio muy especial. Es la plaza de mi infancia y el techo de la Glorieta es el del antiguo mercado. Representa mucho para la gente que vivió o vive en la zona”, cuenta María Laura, ahora vecina de Saavedra. También destaca: “Estamos hace dos veranos. Antes, había muchos vecinos y milongueros que los domingos a la tarde no tenían opciones cercanas y tenían que hacer viajes largos, ahora pueden venir y estar con sus conocidos”.

Esta dupla ha realizado milongas en distintos barrios como Floresta (Comuna 10), San Nicolás (Comuna 1) o Villa Crespo (Comuna 15). Al pensar en una para Versailles, les recomendaron hacerla en la plaza: “El lugar está bueno, el piso es óptimo. Nos encantó, por todo lo que representa”.

Este domingo, después de una pausa por el frío, retomaron la temporada. “La idea es arrancar pasadas las 17 con una clase de una hora y luego que haya milonga hasta que el tiempo acompañe. Las noches de calorcito y con mucha gente podemos estar hasta las 22, 23”, cuentan.

Después de unos tangos con la Glorieta vacía, empiezan a llegar los primeros milongueros. La mayoría son vecinos, como Sandra, quien baila hace tiempo pero esta es su primera vez en la Glorieta: “El techo este me vio nacer, era el del mercado central, a una cuadra. Me emociona estar en este lugar, acá venía con mi familia a hacer las compras cuando era chica”.

La expansión de los mercados de abasto es el destello que atestigua el crecimiento de la Ciudad, de su paso de Gran Aldea pegada al río a metrópoli apabullante al oeste y más allá. La barriada de Versailles, como cuenta Sandra, disfrutó el mercado municipal en Arregui y Bruselas durante décadas.

En 1990 se vendió a una sociedad de puesteros y empresas privadas, que trabajó durante siete años. El lugar después se vendió a una firma que proyectó viviendas particulares. En el medio hubo una fuerte movilización vecinal para conservar el mercado, un sitio histórico de valor patrimonial.

Intervinieron diversas fuerzas vivas como la Junta de Estudios Históricos y Casa de la Cultura de Versailles, el Club Social El Luchador, la Asociación de Fomento y Círculo Amistad Luz del Porvenir, la Biblioteca Popular Belisario Roldán, entre otras.

La solución fue conservar el techo de encastres metálicos y reconvertirlo en Glorieta, fijándolo en el Paseo de Versailles, a una cuadra del desarrollo inmobiliario que estaba en camino. Esta acción, sin precedentes en la Ciudad, se concretó en la primavera de 1999, dos décadas atrás, con intervención de la entonces Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico porteño.

Más adelante en el tiempo se han hecho actividades culturales a cargo del Consejo Consultivo Comunal 10, una asamblea de vecinos y fuerzas vivas locales.

En poco tiempo, las milongas domingueras han calado en el ritmo de la comunidad. Claudia nos cuenta que asiste desde sus inicios. “Me gusta el ambiente, es informal y relajado, podés sacar a bailar a quién quieras”. “Es importante que los ciudadanos ocupen los lugares públicos mediante actividades culturales. El baile une, convoca, genera vínculos”.

Nibia es vecina de San Justo y luego de un rato en colectivo llega hasta el barrio. Dice que hace un año y medio pasa los domingos en Versailles: “Me enteré por redes sociales, hace nueve años voy a bailar y a cantar a distintos lugares. El tango es mi mundo, desde muy chica. Mi papá tenía una orquesta típica y ensayaba en casa. Creo que para el tango hay que tener alegría, energía y pasión. Acá me siento cómoda y el lugar es muy lindo, invita a volver siempre”.

Bajo la Glorieta están quienes bailan de principio a fin, quienes vienen a charlar y hacer sociales e incluso quienes desconocen los pasos básicos, y solo se acercan a mirar. Todos, a su manera, contribuyen a la que mística de este sitio en el oeste porteño continúe vigente.