Superhéroes y villanos, unidos para alegrar a los chicos internados

Recorren hospitales porteños, se toman fotos, juegan y donan juguetes y libros, que consiguen en eventos temáticos. Ante Pura Ciudad contaron de qué se trata y cómo nació esta actividad solidaria.

Por Juan Manuel Castro

“Disculpe, señor Guasón ¿Puedo sacarle una foto con mi sobrinito?”, pregunta, con voz tímida, el hombre mientras anima al nene a posar al lado del archirrival de Batman, que es flaco y largo, también elegante y lleva la mirada desquiciada, idéntica a como se vio en la pantalla grande y en millones de viñetas. El nene está contento y asustado a la vez y ese gesto efervescente queda capturado en la foto del tío, que sonríe orgulloso al ver la toma en la pantalla del celular. Agradece al villano con una palmada algo temblorosa en el hombro. Tío y sobrino se pierden entre la multitud que copa la cancha de este club barrial de Mataderos, abarrotada de puestos y tantos otros enmascarados justicieros. Al ratito, el tío vuelve cerca del Guasón y deja un billete en la urna azul que tiene en el centro el logo de la Liga de Superhéroes y Villanos Solidarios, donde el Guasón, Superman, Gatúbela, y tantos otros, unen fuerzas por “un mismo objetivo: ayudar a los chicos”.

Bajo la máscara, los hombres y mujeres de esta Liga durante la semana cumplen horarios de trabajo, van y vienen, estudian y afrontan responsabilidades del día a día. Cuando llega el momento, como en esta convención de historietas que se hizo el domingo 16 de julio en el Club José Hernández (Oliden 1632), se ponen los trajes de sus superhéroes favoritos para juntar donaciones (juguetes nuevos, libros para colorear, útiles), que luego repartirán a chicos y chicas internados en hospitales, también a quienes asisten a comedores y escuelas.

“Queremos que, durante el tiempo que tengan que estar en el hospital, los chicos puedan divertirse. Buscamos que tengan la experiencia de abrir un juguete, también apuntamos a repartir libros para que se entretengan”, nos dice Superman, con el traje azul Francia y rojos bien vivos al estilo Christopher Reeve, quien en el día a día se llama Juan Pablo Contreras y hace cuatro años empezó con esta iniciativa.

“Arranqué yendo a hospitales, haciendo visitas solidarias. Ahí conocí gente que se dedicaba al cosplay, que es el arte de usar el traje de un personaje favorito, y que también estaba avocada a hacer este tipo de visitas. Dijimos de unir fuerzas y luego lo ampliamos a escuelas y comedores”, nos cuenta de aquel inicio. La Liga empezó con un puñado de miembros y hoy suma más de 30 integrantes que ponen el cuerpo a esta acción solidaria.

A un costado de las gradas de la cancha, donde los posters de duendes, una colección de Barbies y hasta una estatua tamaño real de Terminator se mezclan en el paisaje con los trapos futboleros del José Hernández y las fotos de sus jugadores infantiles, Juan Pablo repasa que iniciaron sus recorridas en el Hospital Garrahan (Combate de los Pozos 1800, Parque Patricios, Comuna 4), y luego ampliaron su presencia en el Hospital Español (avenida Belgrano 2975, Balvanera, Comuna 3), Hospital Pedro de Elizalde (Manuel Montes de Oca 40, Barracas, Comuna 4) y el Hospital Posadas (El Palomar, Gran Buenos Aires).  “Logramos entrar porque los médicos tienen nuestro contacto y se interesan por la propuesta o a veces son las mismas familias que por el boca en boca se enteran de lo que hacemos y nos buscan para compartir un rato con sus hijos”, celebra Juan Pablo.

Mientras Superman charla con Pura Ciudad, una muchedumbre de familias se acerca a los héroes y villanos para fotografiarlos junto a sus hijos; unos cuantos padres y madres también se llevarán a casa su propia instantánea. Hay un Spider-Man que hace cuernitos, un Batman sesentoso que daría envidia al mismo Adam West, varios que se pusieron de acuerdo e interpretan distintas versiones del satírico Deadpool y una Gatúbela que sonríe mientras alza en brazos a un mini Batman de tres años.

Entre foto y foto, Gatúbela, que en el día a día se llama Agustina Inti Quercia, nos cuenta sobre la experiencia de compartir un rato de juegos con los chicos internados en hospitales: “A veces salís hecho percha. No es fácil verlos en pleno tratamiento. Es un proceso donde aprendés un montón. Te llevás la alegría de haberles sacado una sonrisa. Hay muchos historias, los papás te cuentan lo bien que les hace que vayamos. Eso nos da energía para seguir”.

Cuenta que en casos de pacientes oncológicos implica adaptarse a protocolos como el uso de barbijos, visitas breves y de una sola persona. “Son tratamientos duros, se los ve cansados, doloridos. Parece una pavada, pero verlos sonreír ya es mucho en esas circunstancias”, agrega Agustina.

Luego de varias horas y fotos y charlas con los chicos y sus familias, los héroes y villanos llenaron la urna azul y también muestran contentos una bolsa llena de juguetes donada por los organizadores de la convención. Sobre aquellos que ayudan, la Liga expresa: “No somos solo un grupo de personas que usamos trajes, tras nosotros existe el aporte de miles de héroes anónimos que apoyando nuestras campañas de recolección, nos dan un juguete, un libro o una caja de lápices o fibras para que podamos acercar a cada chico que visitamos un pequeño obsequio”.

Hace muchos años, cuando incluso algunos miembros de la Liga no habían nacido, se publicaba “El niño que coleccionaba Spider-Man”, una de las aventuras más célebres del Hombre-Araña. De 55 años de andanzas ininterrumpidas con infinidad de villanos y volteretas, las diez páginas de esta historia, con guión de Roger Stern y dibujos de Ron Frenz, prevalecen.

Spider-Man se entera por el diario que un niño llamado Tim Harrison es devoto suyo. Entonces decide ir a visitarlo. Ambos se llevan de maravilla desde el primer minuto. El héroe azulgrana le cuenta varios de sus trucos. Incluso llega a revelarle su identidad secreta. Ambos se funden en un abrazo para cerrar el encuentro mágico. En las últimas viñetas se lo ve al Hombre-Araña cabizbajo, triste. Allí se revela que la nota por la cual conoció a Tom informa que el niño estaba enfermo de leucemia y le restaban unas semanas de vida.

La sencillez y contundencia de esta historia ha dejado a más de un lector con un nudo en la garganta. Allí no se refiere a villanos en trajes chistosos con discursos acartonados. Es la vida misma con su tragedia la que se impone. Sin embargo, el héroe hace frente a la adversidad, y lo inevitable, no con superpoderes sino con su humanidad, con su tiempo y su empatía para dar lo mejor de sí a una persona que atravieza el momento más difícil de su vida.

De este lado de las viñetas, en los hospitales porteños también hay personas de carne y hueso que hacen suyo el llamado a compartir su tiempo con los demás. De los momentos más duros hacen surgir una sonrisa, un momento de disfrute. Es el superpoder de quienes integran esta Liga.

Fuente: Agenda Porteña