Pino, pino y páramo

Orlando Barone. Periodsta y escritor K

Orlando Barone. Periodsta y escritor.

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Hay muchas variedades de pino o pinus sylvestris. Hay pino de valsain, serrano, rojo, del norte, albar y bermejo. O bravío, común, negro, gallego, aznallo y blancal. Los hay cinematográficos, políticos, escandalosos y contradictoriamente sojeros y ecológicos. Y hasta rebeldes, desaforados y utópicos. Juego este, que permite entretenerse hasta el infinito. Los utópicos son los impotentes que nunca quieren llegar a la utopía porque la satisfacción los haría sentir insatisfechos. Usualmente se dice pino a secas, nomás. Pino, pino. Aunque no es lo mismo que esté el pino al sol, a la sombra, en un parque, un bosque o un páramo. Su posibilidad de transformarse en bonsái es voluntaria. Y entusiasta.

Elegir un pino siguiendo el impulso tradicional conlleva sorpresas. Porque un determinado pino hoy no asegura que mañana no sea otro. Está el que empieza a crecer peronista en un paisaje peronista y después muta caprichosamente hasta convertirse en un pino desorientado respecto de su origen. Pasan los años y envejece y esa desorientación lo va desestabilizando. Y ya aflojadas su antiguas raíces el pino se tuerce, se inclina, se seca o se cae.

No hay nada más melancólico que un pino que declina. No por el tiempo sino por la inconsistencia de su tronco. Y que además se va enfureciendo contra el mundo y contra si mismo. Y entonces ataca a la vegetación hermana con la que antes compartía la naturaleza. El senador Filmus sintió cómo un Pino lo injuriaba, como si ahora liberado de su impostura fraterna es cuando resulta más sincero. Cuesta comprobar tardíamente la sinceridad de un enemigo que lucía como amigo o como próximo. Pero alivia el esclarecimiento. Su convivencia con Elisa Carrió innova en el cruzamiento más exótico de que se tenga noticias. Ella, porque por pudor castatrófico va dejando de lucir como la pretérita y simpática “Lilita” , y él porque como pino es cada vez más yermo e irreconocible. No hace falta saber qué clase de parición se espera de esa cruza inesperada.

Cabría preguntarse si ese pino no ha renunciado a su especie. Si no canceló su partida de nacimiento. Y para él seguir llamándose con aquel viejo nombre vegetal no es más que una licencia botánica. O un desvío ideológico más fiel a sus verdaderas creencias.

Publicado en DiarioRegistrado