Piden nueva normativa que proteja a las milongas de cierres arbitrarios

El colectivo “El Tango No Se Clausura” afirma que “las milongas nuevas se ven obligadas a funcionar bajo formatos clandestinos” por falta de reglamentos que interpreten la dinámica de esta práctica cultural. Hay una ley de 2016 pero no está reglamentada.

El colectivo “El Tango No Se Clausura” afirma que “las milongas nuevas se ven obligadas a funcionar bajo formatos clandestinos” por falta de reglamentos que interpreten la dinámica de esta práctica cultural. Hay una ley de 2016 pero no está reglamentada.

“El Tango No Se Clausura” es el nombre de un colectivo integrado por bailarines, habitúes y gestores culturales que bregan por un nuevo marco normativo que proteja a las milongas porteñas.

Durante el Festival y Mundial de Tango de la Ciudad de Buenos Aires, este grupo tuvo gran visibilidad al hacer al pie del Obelisco un baile que puso en primer plano su reclamo. Explicaron que “las milongas nuevas se ven obligadas a funcionar bajo formatos clandestinos por falta de adecuación normativa, las milongas en espacios públicos ven constantemente amenazada su continuidad y las milongas formales están asfixiadas por las presiones tarifarias en un contexto económico recesivo”.

El caso más reciente ocurrió este martes 5 de septiembre, cuando se clausuró la Milonga del Pez Rojo en el Club Cultural Vuela El Pez, en la avenida Córdoba 4379 del barrio de Palermo (Comuna 14). El Trío Almagro y Trío Cañón, organizadores del encuentro, afirmaron: “Repudiamos estas clausuras a centros culturales y barriales donde se desarrolla el núcleo de actividades como las milongas donde nos encontramos y damos vida a nuestro querido tango”.

Quienes están habilitados a hacer clausuras son los agentes de la Agencia Gubernamental de Control (AGC) del Gobierno porteño. Este ente habilita y controla el funcionamiento y la seguridad en locales bailables, espacios culturales y eventos masivos dentro de Capital Federal. En los lugares donde hay actividades culturales, como milongas, sus miembros revisan las habilitaciones y hacen respetar los horarios tope para vender bebidas alcohólicas (después de las 5 AM), el ingreso de público (hasta las 4 AM) y el fin de la jornada (7:30 AM evacuación total).

Si bien fuentes porteñas dicen que sus agentes proceden a reglamento y que todo lo detectado en cada local queda asentado en documentos oficiales, gestores culturales y organizadores de milongas afirman que muchas veces las clausuras son injustificadas o viciadas de interpretaciones subjetivas de la normativa vigente. “Desde el Festival de Tango, cuando hicimos el baile para dar visibilidad, han clausurado cuatro milongas más”, dice Dolores Giménez, integrante de “El Tango No Se Clausura”. “En un pedido de informes que le hicimos a la AGC nos dieron un listado donde la suma total en los últimos 30 meses es de 386 clausuras a espacios culturales. Son multas que les cobran a los espacios gestionados a pulmón”, agrega.

Giménez afirma que en la actualidad hay un “limbo” entre normativas sancionadas en distintas épocas que o bien se contradicen o bien dejan librado a la interpretación del agente de turno que hace las inspecciones. “Si están con la intención de clausurar, lo hacen. Siempre algo ponen en los documentos. Tenemos casos de clausuras porque el volumen estaba 0,4 decibeles más de lo permitido. Es una enorme lista de excusas ridículas como “tenencia de animal salvaje” cuando en realidad había un gato doméstico. Si nos ponemos en legalistas, que haya apercibimientos por ese 0,4, pero no clausuras directas por sus consecuencias en las milongas y espacios culturales”.

Aclara que es necesario distinguir entre una milonga y el espacio físico donde se desarrolla: “Es complejo el asunto. Suelen haber contratos esporádicos entre quienes organizan la milonga y convocan gente y el dueño del lugar. La milonga sucede una vez a la semana, no tienen contrato ni figura legal que los ampara con respecto al dueño del espacio”.

Por ejemplo, muchas casas culturales donde se baila tango tienen una milonga distinta cada noche. Un lunes la organiza una pareja reconocida de bailarines. En la jornada siguiente, otra; y así sucesivamente. Cada cual convoca su propio público. Hay quienes trabajan con extranjeros, con vecinos, con iniciantes.

Cuando se habla de clausuras, no solo es la noche de milonga que se frustra para el público. Implica un largo trajín ante autoridades de la AGC e incluso funcionarios judiciales para poder levantar el cierre y lograr volver a la actividad. “Toda milonga clausurada, además, pasa por un período -más largo o más corto, pero real- de baja de afluencia de público. Aunque abra a la semana siguiente”, explica Andrés Valenzuela, autor de la página Tandas Nuevas, especializada en tango contemporáneo.

“El principal problema en ese sentido es que están empezando a aparecer milongas clandestinas. Que no suponen un problema de peligro de vida para nadie porque lo cierto es que bailar tango no es de riesgo. Pero sí pasa que muchas no pueden crecer más allá de lo que permite el boca en boca. O piden que les escribas para pasarte la dirección. A priori genera un problema a la difusión del tango. Y esto es transversal a las estéticas y estilos que tiene el género. Y aunque afecta más a las milongas y prácticas más frecuentadas por los jóvenes, también incomoda a los otros. Si un organizador está pendiente de si no le cierran el lugar ¿cómo planifica cosas que lo ayuden a crecer? ¿Cómo invita a una orquesta, a bailarines a dar exhibiciones o lo que sea?”, agrega Valenzuela al respecto.

Giménez cuenta el después de la clausura: “Entran en un proceso admirativo con jueces, que implica pérdida de dinero, días sin trabajar y desarmar el tejido social que estás entramando con ese espacio cultural; una milonga es un hecho social que busca ser el centro de referencia. Si un lugar cierra constantemente (por clausuras) lo que hacés es boicotearlo, la gente ya no va a confiar y no va a ir más”.

La Milonga El Beso está en Riobamba 416, casi esquina Corrientes. Hay bailes todos los días con distintas parejas. El salón está en un primer piso, luego de subir una escalera en zigzag. David, quien atiende la barra del lugar, asegura: “Este lugar es muy conocido en todo el mundo. Hay gente que viene exclusivamente a bailar y aprender acá. El tema con las clausuras es cierto. Los inspectores vienen seguido. Yo tengo una carpeta con todos los papeles. Está todo en regla, al día. Pero igual, si quieren buscarle la vuelta, decir que tal cosa no está bien, tienen el poder de hacerlo”. Cree que hay un “ensañamiento” oficial contra las milongas y lugares de tango: “Es que las autoridades oficiales quieren acaparar los bailes y dejar de lado a las milongas tradicionales”.

En la milonga Gricel (La Rioja 1180) también hay bailes todos los días. Es un local montado sobre una casa antigua. Las mesas están dispuestas en torno al gran rectángulo destinado al baile. Viviana es la administradora del lugar y cuenta que la única vez que recibieron una intimación, no una clausura, por parte de los agentes porteños el señalamiento “era entendible”. “Desde entonces, porque antes uno dejaba siempre todo para después, es que tenemos todo al día, tanto los papeles como la infraestructura. Después de Cromañón se endurecieron los controles, pero también se tomó más conciencia al respecto”, agrega.

“En el presente los inspectores pueden venir a la mañana, a la tarde, a la noche. Cuando hay gente bailando o cuando está todo vacío. Llegan sin avisar y empiezan a pedir papeles, a mirar todo de lado a lado. Si ellos quieren, por la mínima cosa te pueden hacer una intimación, vos después tenés que hacer tu descargo y es tiempo que perdés y que perjudica tu negocio. Por suerte nunca nos pasó, siempre que vinieron encontraron todo en regla”, asegura.

Según su parecer, es correcto que sean intensos los requerimientos de los inspectores: “Uno desea que nunca pase nada, por eso tiene los matafuegos al día, la infraestructura preparada. Igual también hay lugares que no sé cómo hoy en día están abiertos. Lugares sin salida de emergencia, sitios donde se han hecho simulacros de evacuación y han rodado personas por las únicas escaleras por donde se podía salir. Si la ley se va a aplicar, y con esta rigurosidad, que sea pareja para todos”.

En diciembre del año pasado, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires aprobó una ley para regular la actividad creando un Registro de Actividad Milonga en la órbita del Ministerio de Cultura de la Ciudad. El proyecto fue hecho por la representante Andrea Conde (Frente para la Victoria). Sin embargo, todavía no fue reglamentado por el Poder Ejecutivo porteño.

El texto, que alcanza tanto a las personas físicas que organizan las milongas como a los salones habilitados, define a la milonga como “la reunión bailable en torno a los géneros musicales tango, vals y milonga, que puede incluir otros ritmos a modo de separadores musicales o en grupos de a tres o cuatro canciones en forma espaciada en una proporción no mayor al 30% del total”. También afirma que “su componente indispensable es el baile de tango por parte de la concurrencia pero forman parte importante de la milonga la transmisión del baile y de sus valores a través de la enseñanza, la exhibición de bailarines y la música en vivo”.

La ley prevé el otorgamiento de subsidios, créditos y exenciones impositivas a los que se podrá acceder a través de la presentación de proyectos y la incorporación de un presupuesto específico para la actividad a la proyección de gastos anuales de la Ciudad.

“Se trabaja en que sí esté reglamentada esta ley, pero el Gobierno porteño lo dilata. Lo devuelve constantemente, mete cambios o excusas. Todavía no salió. Esa ley es para destinar fondos para subsidiar la milonga y crea un registro único para distribuir esos fondos en forma trasparente. El Gobierno destinó cerca de $30.000.000 para el Festival y Mundial de Tango que duró 13 días; había estimado dar en forma anual a todas las milongas porteñas $9.000.000”, contrapone Giménez.

Más allá de esta ley aprobada en diciembre, la referente de “El Tango No Se Clausura” afirma que el problema es profundo ya que entran en contradicción distintas normativas vigentes y que la última palabra está en quien haga la inspección. “Es un camino muy largo. Creemos que hay soluciones a corto plazo que tienen que ver con vuelver sobre la Ley 130 (“La Ciudad reconoce al Tango como parte integrante de su patrimonio cultural”) y la ley de espacios culturales (Ley 5.240). Que la actividad sea protegida de clausuras arbitrarias”.

De todas formas, asegura que es necesario reforzar el concepto mismo de milonga a la hora de su análisis: “La dificultad, el matiz, puede que dificulte la redacción de normas. La milonga no está atada a un espacio específico. Todas las leyes hablan de espacios físicos. La ley de centros culturales justamente protege a espacios culturales físicos, a grupos colectivos relacionados con paredes. La milonga no tiene esa dinámica. Puede tener paredes o ser itinerante. Lo que necesitás proteger es al grupo de personas que toma a cargo la organización de las milongas en algún lugar”.

Desde “El Tango No Se Clausura” se elaboró un petitorio entregado a autoridades porteñas con el objetivo de revertir la situación actual. Allí pide “que cesen las clausuras arbitrarias y se levanten las clausuras vigentes sobre los espacios culturales, particularmente aquellos relacionados con el tango”.

“Que el Estado modifique la legislación de habilitaciones atendiendo a la realidad del hecho social cultural, particularmente la milonga, teniendo en cuenta sus diversidades y acompañando a los espacios para lograr su adecuación sin interrumpir las actividades arbitrariamente”, solicitan.

“Que el Estado fomente, promueva y acompañe la difusión y práctica del tango en todas sus formas en todo el territorio de la ciudad. En ese sentido, exigimos el acompañamiento a las instituciones educativas artísticas, formales y no formales, semillero de profesionales de la música, la danza, el teatro entre otros, actores sociales en general que mantienen viva nuestra tradición cultural”, concluyen.

Fuente: Agenda Porteña

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