Perón y Jean Jaurés: la esquina de las oportunidades
Donde antes había un garaje, ahora el gobierno abrió una saladita pública con espacio para más de 250 feriantes. Es la estrategia para mudar manteros de avenida Avellaneda y Nazca. Con la promoción e impulso por parte de autoridades, es la chance de generar empleo genuino y reducir la venta ilegal callejera.
Raúl, metro cincuenta de altura coronada en una rapada entrecana, mira la lluvia caer, espera paciente gota a gota bajo el umbral de ingreso a la Saladita pública de Perón y Jean Jaurés, compuesta de un paseo cubierto y otro descubierto al borde del muro ferroviario donde pasa el Sarmiento.
Son casi las cinco de la tarde, aún faltan horas para que los negocios, cuadras adentro en el hervidero comercial del Once, levanten campamento. Sin embargo, el hombre de cincuenta años, feriante como su esposa, dice con desaliento: “Pasa que hace frío, los puesteros ya se van”. Y sí que se van. Pero sólo algunos. Mientras un par de mujeres de mediana edad levantan calzas, bufandas y pantalones de sus puestos, otros, como los veinteañeros de la comunidad afro que hacen bromas entre ellos, no piensan levantar sus boinas, cintos y carteras de los puestitos de hierros pintados en amarillo y tablones blancos.
A pesar de estar a la intemperie en un playón que da a la calle y que hasta hace poco fue garaje, se los ve cómodos, incluso cuando el joven de veintitantos pasa de lado a lado con su planilla y pide documentos para certificar cada espacio cedido para apostar mercadería.
Esta estampa, este pequeño signo de acercamiento es un hilo fino, pero concreto, de una chance única que tiene el gobierno ante sus manos: el dos por uno de crear una saladita pública que genere empleo genuino (y registrado) y descongestionar las avenidas Avellaneda y Nazca, en Flores (Comuna 7) de la competencia desleal (en los hechos la mercadería de manteros tiene el mismo precio de locales a la calle, pero no paga impuestos), tal como denuncian entidades y asociaciones de comerciantes.
Si le preguntan a Raúl, no extraña ninguna de las dos avenidas del oeste porteño. “Acá estamos cómodos, no pasamos frío ni nos tenemos que resguardar de la lluvia. Hasta tenemos baños. El tema es que se haga difusión, si el gobierno no difunde acá no viene nadie”, rezonga mientras ve la lluvia caer.
El feriante de rapada entrecana da en el talón de Aquiles de esta iniciativa: ¿cuánta fuerza pondrá el gobierno porteño para apuntalar esta iniciativa? El verano de 2015 tomó la iniciativa a través de desalojos y denuncias, los reforzó este periodo estival con la alineación Casa Rosada-Jefatura porteña bajo el mismo signo político, es decir, con el envío de más fuerzas policiales a barrer la actividad mantera en nodos como Flores, Caballito y Once. Sin embargo, ese mismo énfasis no se ve presente a la hora de dar a conocer por todos los medios posibles el potencial de la saladita pública de Perón.
Por ese escepticismo es que muchos aún aguantan en Nazca y Avellaneda. Muchos se arriesgan a la vigilancia encubierta de agentes policiales. “Pero es que acá está el grueso de la gente que viene de provincia a comprar”, dice una mantera que pide reserva. Asegura que la sinergia que provocaban tantos puestos sobre la vereda afectan su presente, pero que todavía no le da seguridad hacer el pase a Once.
En Perón y Jean Jaurés, de los más de 250 puestos disponibles, un tercio están ocupados. Algunos se instalan adentro y otros afuera. La dispersión hace notar aún más el vacío. Quien es vecino de Abasto o suele pasar por Perón notará la diferencia, pero sólo un poco: donde antes había autos estacionados ahora hay enormes hileras de hierros pintados en amarillo. La ambigüedad y falta de señalización, salvo un cartel genérico en lo alto que reza “paseo comercial Once”, también atentan contra este emprendimiento público de gran potencial.
Así las cosas, entre el ánimo jocoso de los jóvenes africanos, la permanencia de varios puesteros y el empeño para que la idea salga adelante, todos los días desde antes del mediodía este galpón de tierras ferroviarias abre para instalar un nuevo paseo comercial en Once, uno público, con el objetivo final de generar empelo sustentable y registrado. “Va a ser lo mejor para todos, por eso tenemos que seguir viniendo y que la gente vea que acá hay gente trabajando”, concluye Raúl, quien a pesar de la lluvia, la poca concurrencia y sus propias dudas sobre la viabilidad del emprendimiento, quiere apostar por esta chance que surgió en el último tiempo. Habrá que ver si las autoridades tienen el mismo espíritu y aportan con mayor difusión.