Peregrinus Albus: caballeros medievales en un club de barrio en Saavedra

Desde hace siete años investigan el medioevo y comparten información en foros internacionales. Van a ferias temáticas y buscan desmitificar la “rusticidad y oscuridad” de aquellos años.

Desde hace siete años investigan el medioevo y comparten información en foros internacionales. Van a ferias temáticas y buscan desmitificar la “rusticidad y oscuridad” de aquellos años.

Cuando miraba películas ambientadas en la edad media, algo no le cerraba. Martín “Oso” Liporati pensó si esos duelos entre caballeros de brillante armadura eran fieles a la historia o abusos de licencia poética. “No eran coherentes”, dice a siete años de crear, junto a “varios locos”, Peregrinus Albus, un grupo de recreacionismo con cerca de 40 miembros. Combinan una Escuela de Esgrima Antigua, un área de Recreación Histórica con Actividades Lúdicas (música, letras, danza, juegos, proyecciones y debates audiovisuales) y un Grupo de Investigación Histórica para tener certezas de aquella época y dar por tierra la idea corriente sobre “oscuridad y rusticidad” de aquel entonces: “Somos una rueda que se retroalimenta. Se investiga, se pone a prueba, se fabrican los elementos necesarios, se exhiben, se vuelve a investigar y continúa”.

Peregrinus participa en eventos temáticos y ferias. Estuvo en Buenos Aires Celebra Escocia en la avenida de Mayo, en la fiesta aniversario del monumento al Cid Campeador de Caballito y en la Gran Verbena de Autonomías Españolas de Vicente López, entre otros.

Sus miembros entrenan en la Asociación de Fomento y Cultura Villa Cerini (Arias 4745, Saavedra). Hasta allí fue Agenda Porteña para participar en una de las clases de esgrima. El “Oso”, de pelo entrecano al ras, espalda ancha, retacón y de mediana estatura, ataviado con una túnica negra de bordes rojos confeccionada por miembros de Peregrinus, dirige con movimientos rápidos y enérgicas instrucciones al grupo de avanzados, el más alto de los cinco niveles de experiencia.

En el salón principal de planta baja utilizan espadas largas y anchas de madera para mejorar las posturas. Sobre las túnicas de época se colocan protecciones para codos y antebrazos. En varios tramos de los ensayos hacen enfrentamientos con otras espadas que tienen hojas de acero. Son largas, pesadas, sin filo y la empuñadura es fiel a las que se usaban en batalla hace más de 10 siglos.

Cada postura está tomada de libros de esgrima, confeccionados durante el renacimiento. Peregrinus cuenta con cerca de 200 archivos. “Cuando arrancamos, nos contactamos con academias de Europa y Estados Unidos. Recibimos muchas respuestas. Desde la mayor humildad dijimos que veníamos del fin del mundo para que nos compartan material. Nos ayudaron incluso con cartas emotivas, alentándonos y diciendo que ellos habían empezado como nosotros, hace 20 o 30 años”, evoca Liporati. El tratado de esgrima más antiguo que tienen data de 1410, llamado Del Flos Duellatorum de Fiore. Son ilustraciones con movimientos y breves frases alusivas. Parece el arte secuencial de las historietas.

Liporati las plantea como un portfolio de los antiguos maestros. Están las imágenes, pero los esgrimistas tienen que interpretar las posturas para adquirir la técnica. “Agarramos los tratados del renacimiento que es lo más antiguo que hay, la mayoría son sobre edad media. No ganaba el más diestro, sino el que tenía la mayor picardía para aprovechar las fortalezas propias y errores del otro. En la escuela (de esgrima) tomamos los tratados, tomamos nuestros conocimientos de oriente y aplicamos los conocimientos a las armas y armaduras de edad media. Eso difiere con otros grupos de perfil competitivo que hacen deporte con ambientación medieval. Nosotros vamos a lo cultural y marcial”, afirma.

“Cualquier persona con interés puede iniciar. Tenemos gente grande, joven, con problemas respiratorios, motrices. Cada uno crece a su ritmo, el límite lo pone uno”, dice Facundo, que instruye a los iniciantes y entrena junto a los avanzados; está en Peregrinus hace seis años. Añade: “Cuando evaluamos el crecimiento de cada uno (el pase de nivel), la cuestión es cuánto se esforzó”.

Antes de conocer Peregrinus, lo conoció a el “Oso”: “Estudio Letras y por eso me gusta lo medieval (es flaco, de media altura y tiene un bigotito shakesperiano). Antes trabaja como mozo en un bar. Un día lo tengo que atender a él. Estaba vestido con ropa de época y tenía la espada de acero al lado. Dije “qué hace este, está loco”. Me encantó y desde entonces estoy acá”.

Los esgrimistas llegan a Peregrinus por distintos caminos, pero el interés, amor o curiosidad por la edad media es la constante. Martín, que es canillita en un puesto de Núñez, mide casi dos metros y tiene barba y pelo largo ondeado y atado con media cola, primero probó con la arquería. En una feria temática se enteró sobre la existencia del grupo recreacionista que entrena en Saavedra y desde hace cinco años perfecciona su técnica con las espadas de madera y acero. “Uno puede dejar de sacar su lado más nerd. Desde chico me gusta lo medieval por películas, viedeojuegos sobre todo. El grupo es super inclusivo, me recibió con los brazos abiertos. Me encanta, siempre siento que aprendo más. Mi cuerpo antes era torpe. Gané bastante control de mi propio cuerpo. Acá no peleamos por ningún deporte, es por el crecimiento personal. Uno hace hasta donde puede, donde quiere”, celebra.

Hace un lustro también está Micaela, que entrena en el nivel más experimentado. Ella también conoció primero la arquería, por “Légolas del Señor de los Anillos”, y luego se quedó con la esgrima. “Vine a ver y me encantó. Se me dio como reto mantener el ritmo por mi contextura física (mide menos medio metro, tiene una cola de caballo y los costados rapados, con un aire a Rey, la protagonista de Star Wars). Uno busca su técnica, cuándo parar y descansar, cuando no”, explica.

Micaela estudia para ser maestra de grado y trabaja en una oficina. Cuenta que muchas veces fue con la espada de acero a ambos lados. “Más que explicar, cuando la ven, entienden. “Es como en las guerras”, les digo para remarcar. Se enganchan”, acota sonriente.

En este sentido, Martín dice que las ferias son un lugar de encuentro entre quienes practican alguna disciplina referido a lo medieval o simplemente disfrutan de ver películas o series. “Tengo una cota de malla (una especie de ropa con arandelas de metal) que pesa como 20 kilos. En las prácticas es incómoda, más en los días de calor. En las ferias es un placer porque los chicos y grandes se maravillan cuando ven un caballero ataviado. Hay una conexión muy fuerte y ves el interés legítimo de las personas”, agrega.

La misma curiosidad que dio vida a Peregrinus continúa latente. Liporati cuenta que para ingresar al grupo de estudio, como en una especie de ritual iniciático, se debe formular una pregunta. “Hay un muchacho que trabaja haciendo prótesis dentales. Él tenía dudas sobre cómo se cuidaban los dientes en aquella época. Así nació un proyecto de investigación. Descubrimos que se hacían implantes. Muchas de las herramientas que se usan hoy iniciaron en esa época, simplemente las modernizamos”, enuncia. Cada proyecto se archiva y se compila en una biblioteca del grupo recreacionista con el nombre del autor. “Es una forma de hacer sentir a cada investigador que su trabajo queda, que es un aporte valioso. El día de mañana servirán de disparador de nuevas investigaciones”, afirma.

De las horas en internet decodificando PDF y chateando en foros hasta el tiempo de trabajo frente a una máquina de coser para confeccionar túnicas a la vieja usanza. De las clases de esgrima con espadas de acero a la gastronomía de hace 10 siglos. Peregrinus empezó como una refutación curiosa sobre la oscuridad y rusticidad en torno al medioevo y terminó por convertirse en un espacio lúdico y formativo con una activa vida social en la Ciudad de Buenos Aires.

Fuente: Agenda Porteña

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