Milonga El Abrazo Verdadero: bailar tango para incluir a personas con discapacidad

Se hace una vez por mes con entrada libre y gratuita. "Es una herramienta impresionante para abordar todo tipo de cuestiones físicas, psicofísicas", aseguran sus organizadoras.

Se hace una vez por mes con entrada libre y gratuita. “Es una herramienta impresionante para abordar todo tipo de cuestiones físicas, psicofísicas”, aseguran sus organizadoras.

El Abrazo Verdadero es una milonga abierta y gratuita que se hace los segundos domingos de cada mes. “Se trata de tener un espacio inclusivo, un lugar donde se encuentren bailarines con y sin discapacidad. No hay que tener conocimiento previo, solo ganas de bailar”, dice a este medio la psicóloga Andrea Etchepare, una de las fundadoras junto a la psicóloga y bailarina María Teresa Gil Oliastri y la directora de cine documental Liliana Furió.

Iniciaron en 2015 en el Bar Notable Los Laureles (avenida Iriarte 2290, Barracas, Comuna 4) y ahora están en El Tacuarí Tango (Tacuarí 1557, Constitución, Comuna 1). Cuentan con auspicio de Mecenazgo Cultural, que organiza el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires. Esperan poder renovar el apoyo para continuar el año que viene. En cada encuentro hay una clase previa y luego se bailan varias tandas durante dos horas. “El Abrazo surge porque había talleres, clases, exhibiciones, pero no un espacio con formato de milonga para personas con discapacidad propiamente dicho”, dice Etchepare. Furió coincide y añade: “Ya profesionalmente veníamos articulando las tres con danza e integración. Al ser tangueras de pasión nos parece un mix perfecto. Es una herramienta impresionante para abordar todo tipo de cuestiones físicas, psicofísicas. Es muy sanador”.

Soledad Pérez es bailarina y colaboradora en este emprendimiento. Viene de una experiencia previa en Neurotango, otro de los proyectos de Gil Oliastri. En cada milonga acompaña, orienta y baila con todos los habitúes del salón, tengan o no discapacidad. “El concepto es integrar en la diversidad del tango. Venir a estos espacios me hace muy feliz. Mi idea es ser danzaterapeuta”, dice al respecto.

Andrés “Chino” Reyes es un joven de veintitantos que mira de lejos a la ronda de baile. Se lo ve contento, dice que es porque hay mucha gente este domingo. “Prefiero que bailen, después me sumo en alguna tanda”. Él baila tango Queer. “Sin roles”, resume. Sobre El Abrazo, dice que se enteró por el boca en boca del mundo de quienes salen dos, tres, cuatro, cinco veces en la semana en los boliches porteños para bailar tango. “Vine varias veces. Me interesa lo que propone de que todos podemos bailar y la inclusión. Es muy enriquecedor ver a los demás. Ves que vos también podés tener tus dificultades. Por eso está bueno la inclusión”.

Este año en la milonga El Abrazo Verdadero se propuso invitar en cada edición a un grupo que trabaje en forma específica alguna discapacidad. Al momento de visitarlos, estaban presentes bailarines y pacientes con Parkinson del taller que se hace dentro del área Neurología del Hospital Ramos Mejía (México y Urquiza, Balvanera, Comuna 3). Practican con supervisión de los médicos todos los martes a las 15.30 entre mayo y diciembre.

Juan Manuel “Manuco” Firmani está hace seis años como profesor voluntario. Cuenta que una alumna suya lo puso en contacto con los médicos impulsores del proyecto y que se sintió cómodo con la propuesta. Estudió en la Universidad Nacional de Artes (UNA) e hizo giras en compañías de tango. “Encontramos una metodología de trabajo. Fue un proceso lindo. Yo había dado clases a gente de tercera edad y con síndrome de Down. Está bueno porque hay un equipo formado por un equipo médico que tiene seguimiento de los pacientes durante la clase. Es muy fuerte verlos a ellos, ver como ellos se registran al inicio de la clase. Van con un andar corto, poco seguro. De repente hacemos la clase. Empieza en una ronda, nos movemos, ponemos el cuerpo para el baile. Es increíble verlos cuando se van. Su marcha es distinta. Mientras bailan el temblor pasa a otro plano, están enfocados en hacer los pasos, en dar el abrazo. Les hace muy bien. El arte es un camino para sanar, para redescubrirse”.

“Yo me voy calmando a medida que voy bailando”, dice Liliana Garay, que hace siete años asiste al taller de tango del Ramos Mejía. Cuando nació su hijo, 13 años atrás, su vida cambió por completo: “Después del parto empecé con problemas motores. Yo estaba mal, postrada. No podía caminar, no podía higienizarme ni hacer la comida. De a poco fui avanzando con la medicación. Hice varios tratamientos. Ahí me recomendaron el taller. Fue una bendición, me cambió la vida. Les digo a los médicos que bailar y conectarme con el otro me ayudó un montón. Hay un clima de grupo que me acompaña”.

“Pensé que nunca iba a poder hacer actividades cuando empecé. Hoy me siento bien. Siempre estoy medicada, tomo pastillas cada cuatro horas. Todo esto es un desafío constante. Te juegan los nervios, las emociones. Llego al hospital los martes y a veces apenas puedo caminar. Voy por los pasillos, entro en la sala y cuando me pongo los zapatos de baile empiezo a sentirme más ligera”, festeja.

Brenda Holtz es vecina de Belgrano, anda en silla de ruedas. Inició con danza integradora y luego complementó con tango. Es habitúe de El Abrazo Verdadero y de Plaza Dorrego. “En el tango encontré lo que más me apasiona. Haber encontrado la manera es maravilloso. Aprendí a no bailar con una estructura. Se trata de saber bailar desde donde se puede bailar. Yo no puedo hacer enganchados, es obvio, pero hay otros millones de recursos y podes buscar otro millón de recursos con los pasos comunes”.

“La idea es que la gente se anime a probar, a disfrutarlo. Que se dé cuenta que sí es distinto, pero sigue siendo tango. La conexión del abrazo o la mirada a los ojos; cuando estás conectado con otro sentís una energía, te da mucho placer bailarlo”, concluyó.

Fuente: Agenda Porteña

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