Escuela de catch Giardina: superhéroes de club de barrio

En el Bochín de Liniers, luchadores de México, Bolivia y Argentina integran la escuela que lleva el nombre del árbitro de Titanes en el Ring. Celebra su primer aniversario con una pelea entre veinte competidores este 12 de noviembre.

Qué sí, que no, que sí, que no. Lauti (13) está subido a unos de los postes del ring. En pose de Spider-Man mira hacia abajo y duda. La altura, el vacío, el suelo de colchonetas. Todo le queda lejos. “Tirate que yo te atajo”, le grita Ciclón Junior, el entrenador con espalda de ropero y medio. Lauti niega con la cabeza, movido por el orgullo del puedo yo solo. Pasa otro rato donde todos miran y él amaga a ver ese suelo lejano por última vez; tras un quejido mezcla de bronca y frustración se baja del lateral y camina cabizbajo por el ring.

Es martes a la noche y la calma abunda en la mayor parte del barrio de Liniers. Cada tanto el sonido de una moto de delivery o el ladrido de los perros agitan el aire de primavera. La única constante es ese sonido a chapa. Una y otra vez se escucha el metal al otro lado del muro del Bochín Club de la calle Falcón al 6400, en el barrio porteño de Liniers (Comuna 9). Luego de caminar la oscura cancha futbolera descubierta, las luces del interior de club revelan el alboroto: en el mismo piso crujiente que caminó Lauti ahora sus compañeros del Centro de Entrenamiento Alfredo Giardina hacen ruidosas vueltas carnero, barridas entre las cuerdas, firuletes para esquivar los golpes de un enemigo imaginario; un enemigo seguramente enmascarado, con músculos de acero y una fuerza sin igual, tal como coreaba la canción de los Titanes.

Desde octubre del año pasado así se viven las noches en uno de los salones del Bochín Club, institución histórica de la zona. El centro Giardina, nombre del legendario árbitro de los Titanes, está nutrido por una veintena de peleadores de México, Bolivia y Argentina; está abierto a adolescentes y adultos; hombres y mujeres. En el Bochín ejercen la regla del tres por tres: tres horas, tres veces a la semana. Rematan con un evento mensual. Montan el cuadrilátero sobre la cancha descubierta, ponen gradas y celebran durante toda la tarde con distintas peleas.

En días normales, el ring ocupa la mayor parte del salón. Alrededor está lleno de colchonetas y colchones para amortiguar los saltos desde las cuerdas del ring hacia el vacío. En las paredes hay afiches de boxeo y en una en particular se ve un poster negro con la foto de Giardina luciendo su clásica camisa de rayas blancas y negras, el uniforme de referí. La iluminación llega desde lo alto del techo dos aguas que los luchadores ya de instinto esquivan agachando un poco la cabeza al hacer saltos despampanantes de lado a lado. De tanto en tanto se reúnen todos los peleadores para tensar las cuerdas del cuadrilátero. “Es parte del entrenamiento”, bromean y amenizan el contratiempo.

“La actividad se modernizó pero la esencia sigue”

La marca de los Titanes en el Ring es la primera referencia a la hora de hablar de catch o lucha libre en Argentina. “Surcamos ese camino, el que marcaron nuestros antecesores”, los define Pablo “ “, director de la escuela, a Pura Ciudad.

Hizo su preparación en el legendario gimnasio Rocky de Parque Chacabuco. Allí conoció a varios Titanes que frecuentaban el lugar. Más tarde apareció en el video Desesperado del grupo Kapanga con algunos de ellos. Estuvo en los programas televisivos 100 % Lucha, Guerreros del Ring y Gigantes del Catch junto a La Masa.

El Giardina integra la marca Catch Argentino, iniciativa que organiza los torneos y exhibiciones. La misma que este 12 de noviembre organiza en el Bochín Club un torneo con veinte peleadores que disputarán el Cinturón Catch Argentino. Será un duelo que incluirá el uso de escaleras, una usanza de la lucha libre norteamericana. “Son las vueltas de tuerca para hacer un espectáculo atractivo y para que los que ya nos vieron vuelvan, que vean que cada fecha le ponemos nueva energía”, sintetiza el Ciclón.

En cuanto a la formación, Pablo asegura: “Los padres vienen acá buscando el espíritu de Titanes para que entrenen sus hijos”. También destaca que la pasión por la lucha libre está vigente y va más allá de Karadagián o La Momia: “Después de los Titanes vino 100 % Lucha y los chicos de nuevas generaciones se enamoraron del catch. Hubo tras experiencias en televisión y hoy hay un circuito alternativo de espectáculos. La actividad se modernizó pero la esencia sigue siendo la misma, hay que mantener la llama viva”, se entusiasma.

“El entrenamiento es arduo. Interactuás, intercambiás ideas y culturas a la hora de pensar cada pelea”, dice a Pura Ciudad Ciclón Junior, oriundo de La Paz, Bolivia y con veinte años de lucha certificada. “Es algo que no se termina de aprender, siempre hay movimientos nuevos, formas de moverte en el ring e interactuar con otros peleadores; en el entrenamiento bajamos como tres kilos por jornada; la lucha es con uno mismo, es entrenar hasta no poder más”, agrega.

Luego, Ciclón retoma las indicaciones de piruetas y saltos para los peleadores del Giardina. Uno de ellos mide casi dos metros y un poco tiene que agacharse para no cabecear la parte del techo dos aguas de madera que corona la sala. Se llama Luis Campos y es oriundo de Guadalajara, México. Trae desde allá el sabor de la lucha libre, uno de los pilares de la su cultura popular. “Desde que llegué acá, estudio el catch argentino. Está nutrido por varias corrientes, desde la de países sudamericanos como Bolivia hasta el estilo británico; es una amalgama propia. Lo que hacemos acá en el club lo vivo como parte del movimiento punk rock: es el triunfo del hazlo tú mismo”, explica a este medio.

El juego de la doble identidad

Este cuadrilátero es el hogar de los superhéroes de club de barrio. Además de la preparación, hay exhibiciones abiertas al público. Allí cada luchador del Giardina encarna un personaje con nombre y traje. Personas que de día tienen un nombre propio, una profesión o estudio, llegan a Liniers para dar lugar a su doble identidad dentro del ring.

Luis Campos con sus dos metros de altura interpreta al Pequeño Juan, uno de los malos del Giardina. “Arriba del ring me convierto. Me encanta que la gente me grite. En un evento que hicimos para el Día de la Independencia subí al ring y me puse a gritar cosas de los españoles para enardecer. Todos me miraban mal. Un chico me tiró una piedra. Ahí me quedé. No pensé que estaba en ese modo. Nunca quiero que me tiren piedras, pero ahí fu un cumplido: desperté esa sensación. Me dije: estoy haciendo algo bien para que se irriten así”, rescata con orgullo el luchador mexicano.

Emili es la única chica del Giardina. Nació en La Paz y hace nueve años lucha. Su personaje se llama Rosita. Cuenta sobre el momento de subir a escena: “Pongo un pie en el ring y me transformo. Es una mezcla de sensaciones porque en un rato se pone ante el público todo tu entrenamiento, lo que sabés y lo que podés hacer. El aplauso y las caras de emoción validan el esfuerzo, todo el entrenamiento arduo que vivimos en la semana”.

El Pequeño Juan retoma el aspecto de la mística y explica: “Estos eventos de catch son únicos para vivirlos en vivo. Tenés los malos, los buenos. Se arma una especie de lucha entre el bien y el mal que se grita en vivo, en cada pelea. Nosotros estamos en escena pero es el público el que le da una vida sin igual; entre más griten, más se emocionen más se asusten ante golpes y voladas, más vivo está el espectáculo y más contentos nos vamos todos”.

Pasarle el cinturón de campeones a nuevas generaciones

Pablo ve en este circuito independiente, que incluye espectáculos organizados entre distintas escuelas de catch, el presente y también el futuro. Asegura que los programas de televisión marcan generaciones pero la constante está en los eventos independientes.

“Ojalá que estos eventos se sostengan en el tiempo, se vuelvan parte de la rutina de muchas familias, que vengan con sus hijos a ver las peleas; que ya que estamos en un club se viva esa mística”, agrega Rosita.

“Después de la fecha del 12 vamos a hacer otra para cerrar el año, la escuela ya cumplió su aniversario en octubre y estamos contentos con el trabajo. En lo personal tener un emprendimiento propio es más de lo que espera uno cuando es luchador y recién comienza. Pero hoy lo veo como una responsabilidad, con la de darle al catch local una continuidad”, cierra Pablo.

A lo lejos se ve a los luchadores del Giardina otra vez tensando las cuerdas del ring. Lo hacen entre bromas, divertidos. En esta escuela es evidente que encuentran algo más que un sitio donde ir a hacer piruetas o engrosar los bíceps. Es la mística de los viejos enmascarados que tras tantas peleas ganaron el corazón de varias generaciones. Hoy son ellos los que salen a escena, los superhéroes de club de barrio que van a hacer de las suyas contra las cuerdas en ese ring porteño.