Encuentro de Metegol: diversión, goles y reivindicación contra una ordenanza de la dictadura

Este proyecto con siete años de vida reúne los miércoles a curiosos y apasionados un bar de Plaza Serrano. Sus hacedores piden la baja de una normativa porteña de 1980 que los vincula a los juegos de azar e impide instalación cerca de escuelas.

Hay gambeta, chapita y no vale molinete. Las noches de miércoles, Encuentro de Metegol sale a la cancha con sus torneos, que más que competencias son un llamado a compartir un rato de camaradería, buen clima. El gustar, golear, ganar se pule en el camino.

La Plaza Serrano (Cortázar, en realidad) luce aireada y serena pasadas las 21. Hay algunas pocas mesas llenas, pero la que sobresale es la del trofeo enorme, con medallas colgando. Allí, en la puerta de Diggs (Serrano 1580), Romina Rascovan, creadora de Encuentro de Metegol, anota a los primeros jugadores y perfila la grilla de la noche.

Romina, vecina de Villa Crespo, inició los torneos en julio de 2012 en un bar del Abasto, a tono con sus recuerdos de niñez: “De chica iba a los juegos de Miramar, donde veraneo siempre. Tengo el recuerdo de jugar con mi familia. De grande me reencontré con el metegol en el bar Le Troquet de Henry (Bustamante y Guardia Vieja). Salía del trabajo y la dinámica del bar era “ganador queda en cancha”. Pensé en organizar un torneo para que todos jugaran varios partidos. La idea era pasar toda la noche jugando. Lo arranqué con mucho corazón, pasión y energía”.

 

Primero bancaron la movida los amigos, pero al poco tiempo llegaron fanáticos que congeniaron con la propuesta. Gabriel dice que hace un año y medio asiste a Encuentro de Metegol, ya se considera un habitúe: “Estaba buscando algo de este tipo en redes sociales. Dejé de jugar muchos años y quería volver. Acá me sentí bien recibido, tener un lugar de referencia está bueno”.

También hay quienes llegan más por el sabor del encuentro. Cecilia nos cuenta que no juega al metegol, pero se animó a venir al acompañar a su amiga Paula; ya que ambas juegan en el equipo de fútbol femenino Potrancas: “Ella lo vio en redes sociales y venimos. Es divertido, está bueno que estén estos espacios, como los juegos de mesa, porque son integradores”.

Romina llevó Encuentro de Metegol del Abasto al Café San Bernardo de Villa Crespo, un ícono porteño sobre juegos de mesa. Tomás se hizo habitúe en esa época y celebra: “La gente es muy buena onda. Jugar al metegol es vincularme con mi niño interior y traerlo al presente, dejar de pensar un rato en los problemas cotidianos y encontrarme con gente buena onda”.

 

Luego, los picados llegaron a Palermo. En el primer piso de Diggs hay tablones comunitarios bajo guirnaldas coloridas y al fondo, con un ventanal sobre la ochava, están los dos metegoles. A un costado Romina apoya una pizarra con la grilla y las parejas de la jornada. El torneo empieza con reglas simples, pero categóricas: se gana con cuatro goles, no hay molinete, gol de mitad de cancha en la primera jugada no vale. El resto es estilo, calidad o suerte.

El rito aquí es un apretón de manos cruzado entre las dos parejas que disputan cada partido. Hay algunos más ajustados que otros. El exitismo no se sale con la suya y siempre al final prevalecen las risas.

Para que cada miércoles Encuentro de Metegol esté activo, Romina pone el empeño en organizar, difundir, en no dejar ningún detalle al azar. Se ha hecho referente indiscutido en la materia y muchas personas, desde su lugar, ayudan a ello. La empresa Metegolazo donó un metegol para los torneos. Hay quienes dieron medallas e incluso hay gente que colabora al editar videos para dar mayor empuje.

 

Para Romina, el mayor reconocimiento es que la gente vuelva: “Está pensado para que inicie y termine en el día. Tiene un enfoque social, no tan competitivo. Se intercala gente que juega muy bien con quienes recién empiezan. La idea es divertirse. Hay premios y medallas para el ganador, pero también para el último puesto. Hay sorteos de birra, de papas fritas. Importa que la gente venga, se divierta, haya un buen clima, tenga ganas de volver”.

Resalta: “considero como algo importante llevar adelante este proyecto siendo mujer, en un ambiente que está ligado a lo masculino. Organizo torneos mixtos y femeninos para fomentar y darle visibilidad a las mujeres en un momento donde hay reivindicaciones profundas de este tipo”.

Encuentro de Metegol es un lugar de reunión social, de deporte comunitario y también un sitio para reclamar su práctica libre. Gabriel, de veintitantos, recuerda: “Antes los pibes se juntaban en los kioscos a jugar al metegol, eso ya no está más”. Varios asistentes tienen memorias similares.

 

Romina cuenta que desde Encuentro de Metegol bregan para que se discontinúe una antigua ordenanza porteña, la N° 36.115 de 1980 (texto consolidado al 29 de febrero de 2016 por la Ley N° 5.666), que considera al metegol un juego de mesa (apuestas) y por lo tanto se impide su uso en horario escolar de lunes a viernes a menores de 18 años. Llaman a los metegoles “juegos mecánicos para la práctica del fútbol de mesa”.

“No se permitirá el acceso de menores que porten útiles o vistan uniformes o ropas escolares”, dice la norma, que agrega: “Los locales no podrán instalarse a menos de doscientos (200) metros peatonales de la entrada de un establecimiento, oficial o privado, destinado a la enseñanza primaria o secundaria; los locales sólo podrán habilitarse en zonas comerciales y deberán distar como mínimo quinientos (500) metros peatonales uno de otro”.

 

Romina cuenta que desde San Bernardo se impulsó un petitorio para juntar firmas a fin de discontinuar esta ordenanza. Dijo que, de forma extraoficial, funcionarios porteños se notificaron de esta situación y manifestaron que trabajarán para ello.

Mientras esta situación ligada a lo normativo y burocrático se dirime, Romina señala que su objetivo es hacer que la práctica de metegol crezca. Piensa en torneos regionales o nacionales, en mayor difusión. Sin embargo, es consiente y celebra que el alma de este proyecto sea “generar un espacio lindo para el otro, un sitio donde la gente se sienta cómoda, disfrute y quiera volver”.