En busca del sonido perfecto: una tarde en la feria de vinilos de San Telmo

Agenda Porteña asistió a un encuentro de compraventa en el bar Berlina y charló con melómanos y coleccionistas. “Es un gran momento para disfrutar de esto”, aseguran.

Los que la vivieron están acá. Y los que no, también. El boom tecnológico permite escuchar música en la Luna o incluso bajo el agua, pero hasta no hace mucho los vinilos eran la Meca del sonido. Del gramófono con terminaciones elegantes al tocadiscos minimalista y canchero de discos simples. Hay casi un siglo de historia repartido en estas bateas que coleccionistas, revendedores y melómanos exploran con dedicación milimétrica.

Es sábado a la tarde y en el bar Berlina Bunker de San Telmo (Comuna 1), en Estados Unidos 352, se hace una nueva feria de vinilos. “Hay un auge ahora, hay que aprovecharlo y dar a conocer el mundo melómano; es mejor cuanto más gente se cope, los discos giran más, buscás mejores piezas”, dice a este medio Martín, coleccionista desde hace 20 años y uno de los impulsores de este encuentro que convoca a personas de todas las edades e inquietudes musicales. De hecho, el éxito en concurrencia hizo que la feria se haga este año una vez al mes, en vez de un formato trimestral.

Berlina es una especie de galpón enorme en el corazón del casco antiguo de San Telmo. Para la feria, se arma un gran pasillo con mesas, tablones, caballetes frente a la barra con las canillas de cerveza artesanal. Al fondo hay un medio tubo (rampa) para BMX y skate donde varios niños disfrutan la tarde. Mientras pasan música por unos parlantes, la búsqueda del disco perfecto entre canastos de plástico y pilones continúa.

Hay una cuestión en la calidad del sonido. Las grietas del vinilo se miden contra los bits, la nube y la digitalización de hoy en día. Para muchos, el round lo gana el dispositivo clásico. “Hay una gama de tonos, sonidos que si tenés un buen equipo podés apreciar mejor que archivos compactados en la computadora”, dice Héctor, coleccionista y aficionado a la música de los años ochenta.

“La mayoría de los que venden discos también es coleccionista; yo tengo 50 años y desde el 82 junto, imagínate lo que tengo”, dice Cristian, un melómano que encontró en la música su profesión: “Desde el 94 tengo un negocio de venta de discos en Monte Grande. Cuando llegó el CD tenías que hacer sonar las dos cosas. Se seguían vendiendo vinilos, pero menos. A principio de 2000 hubo un boom. Las generaciones nuevas tarde o temprano llegan. Hay pibes de 18 años que escuchan discos de hace cuatro décadas y saben al dedillo de compañías, marcas, fechas”.

Los discos, sobre todo las “joyitas”, se buscan, casi que se persiguen. Casas particulares, mercados de pulgas, internet. El revendedor de vinilos está entrenado en no flaquear hasta dar con el grial de la jornada. Diego, de treintaytantos, es de la época del casette. Juntó tantos que se pasó al lado del vinilo y siguió la búsqueda. Hoy tiene Rock and Roll Radio, una tienda virtual donde primero despachó piezas de su colección personal y luego la diverisficó con pedidos de clientes.

También hay tiempo para hallar soluciones a problemas antiguos. Por ejemplo, los discos de siete pulgadas tienen una ranura amplia que muchas veces genera dolores de cabeza. Esteban Dj Steven Smith inició este año un emprendimiento con un colega: venden adaptadores impresos en 3D para que queden firmes en el tocadiscos. Es una especie de “tapón” que cala en el hueco y evita movimientos indeseables. “Se nos ocurrió porque estos discos tienen un agujero grande y a veces se complica ponerlos”, cuenta a este medio y agrega que es melómano y pasa música en fiestas y boliches. “Esperemos que el proyecto ande bien y que a la gente le interese”, augura.

En otro rincón de la feria, Martín se muestra contento con el resultado de generar un espacio mensual para el intercambio de músicas. “Entre nosotros nos vamos recomendando gente, es buena onda el ambiente”. “Hay variedad de discos porque vienen de colecciones personales, eso es ya de por sí una curaduría. Le da un buen nivel a la feria. Hay piezas con casi un siglo, hay historia, es una locura y es genial que siga creciendo esta movida”, concluye.

Fuente: Agenda Porteña

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