El drama sanitario de La Veredita

Los habitantes del asentamiento de Villa Soldati (Comuna 8), conocido también como Villa Vereda, denuncian que hace más de dos semanas el Gobierno no limpia los baños químicos que utilizan las más de 100 familias instaladas allí.

Olor a agua estancada y materia fecal, moscas, sol abrasador, falta de agua potable, unos pocos focos prendidos al anochecer. La vida para el centenar de familias del asentamiento La Veredita del Bajo Flores (ubicada entre Portela entre Castañares y Janer, en el límite entre Villa y el barrio de Flores) es una lucha diaria contra la intemperie y la pobreza. La mayoría vive del cartoneo. Habitan ranchos con paredes de palletes y techos de chapas fijadas con el peso de bicicletas, hierros y caños. Los habitantes denuncian que desde hace más de dos semanas el gobierno no limpia los baños químicos que instaló. Están rebasados de excrementos y temen que esta situación traiga riesgos sanitarios para ellos y sus hijos.

Unas cien familias habitan sobre la vereda de Portela entre Castañares y Janer. Colinda con instalaciones del club DAOM, Colegio Marianista, un predio de la Fuerza Aérea y otras instituciones. Socios de las instituciones al principio temían que los de La Veredita tomen sus predios, tal como ocurrió con el barrio Papa Francisco o el Indoamericano. Vecinos de La Veredita dicen que en presente la relación es distante pero pacífica.

La Veredita nació como asentamiento a fines de 2010. En junio de 2011, tras cinco intentos fallidos, la Metropolitana y la Federal desalojaron parte de las viviendas, las de Riestra entre Lafuente y Portela. Hoy no hay riesgo de desalojo, por eso muchas familias hicieron sus casas de material; unas pocas son de una planta y están en plena construcción. Las más precarias tienen piso de cemento, paredes de pallet y algunas chapas o bolsas de plástico de techo. El agua llega a todo el lugar a través de dos canillas ubicadas en el extremo del asentamiento. A veces el gobierno arrima un camión con agua potable y los vecinos cargan bidones o baldes; luego la racionan durante una semana o más.
Muchos de los que habitan las casillas dicen haber pagado por ellas (abonaron por el derecho a habitar un pedazo de vía pública porteña); otros pagan alquileres informales. A pesar de esta situación, dicen que prefieren eso a afrontar “los costos altos en otras villas”, como la vecina Los Pinos, hacia el lado de Riestra y Portela.

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“En el gobierno nos cierran la puerta en la cara porque somos de La Veredita. Nos sentimos discriminados, pero también invisibles. No nos desalojan, pero tampoco hay una solución de fondo para estar mejor. Hace cuatro años no cambian los baños químicos que instaló el Ministerio de Ambiente. Hace dos semanas no lo limpian. La m… está rebosando. Los chicos pasan por encima. Cuando llueve, nos inundamos. No hay boca de tormenta. Somos seres humanos, pedimos que nos escuchen”, dice la vecina Yessica Salinas a Pura Ciudad.

Salinas y otras vecinas expusieron esta situación este miércoles 16 de noviembre ante los legisladores que firmaron el dictamen para validar la Villa Olímpica de la Comuna 8, ubicada a pocas cuadras de La Veredita. Micaela Asiner integra la Tendencia Piquetera Revolucionaria, organización que acompaña a las familias de La Veredita, dijo ante este medio que la Villa Olímpica “va a perjudicar la hidráulica de Lanús y va a expulsar a familias en situación precaria de habitabilidad, como los de La Veredita”. “La Villa Olímpica es una urbanización que no va a mejorar la vida de los vecinos, sí está penada en la lógica de desarrolladores inmobiliarios; hay una lógica de expulsión en esta obra”. Yessica y sus vecinas opinan en forma similar. “Son millones y millones de los que se habla de esta obra, que la vamos a tener acá nomás. Con un poquitito de todo eso acá podemos estar bien”, dice su vecina Daniela Nahorca.

“Cuando llueve se le moja todo el cartón a los vecinos. Algunos pierden los colchones, la ropa o los pocos muebles que tienen y tienen que empezar de cero. También se inunda todo alrededor de las casas, se les pudren las maderas de las paredes. Quedan los desperdicios dando vueltas por días; necesitamos desagües”, añade Salinas.

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Los entes estatales más cercanos, donde acuden los habitantes de La Veredita, son el Portal Inclusivo Carrillo (Mariano Acosta al 2400) y el CeSAC 24, al que le dicen “la salita”. Cuando el problema de salud es grave (en general son afecciones respiratorias en los chicos) acuden al Hospital Piñero.

Denuncian que si bien hay varios comedores en la zona, muchos están sin cupo o “sirven la comida cruda o te ponen guisos calientes en verano y papas frías en invierno; nosotros queremos tener un merendero acá pero no nos dejan; lo hacemos por nuestra cuenta dos veces a la semana pero a veces nos faltan o galletitas o leche”, cuentan las vecinas.

Muchos de los habitantes llegaron de otros asentamientos como “La Fábrica”, “Deportivo Español” y “Villa Cartón”. Otras, porque en las pensiones no reciben niños. “Donde vivíamos nos hostigaban, decían que nuestros hijos hacían ruido, molestaban. Yo me sentía mal. Le dije a mi marido. Una amiga me dijo de venir acá, pedí plata prestada y compré la que hoy es mi casa”, dice Yessica.

Su caso es calcado de distintas situaciones donde queda expuesta la dinámica del déficit habitacional porteño. Lidia Moreira tiene doce hijos, ocho de ellos menores a su cargo. “En los hoteles no te reciben, te cierran la puerta. Mis hijos me reprochan de estar acá, pero en los lugares que podés pagar con la plata del subsidio (por tener más de siete hijos) no te reciben con hijos; hace poco enfermé de pulmonía y perdí mi trabajo, es difícil encontrar un lugar donde vivir en estas condiciones”, agrega Lidia.

“Nos sentimos discriminados, porque mientras el gobierno habla de urbanización de villas o de hacer la Villa Olímpica, acá no hay respuestas. Nos sentimos abandonados, ni siquiera a limpiar los baños químicos vienen”, lamenta la vecina Daniela Nahorca.

Tras la charla que hicieron ante los legisladores, asesores parlamentarios se acercaron a las vecinas de La Veredita. “Esperemos que sea de una vez, tantas veces hablamos con responsables de los entes del barrio y con legisladores. Nos dijeron barbaridades como que teníamos que comer menos e ir al menos al baño para no tener problemas. Lo que les decimos les entra por un oído y les sale por el otro, esperemos que de una vez escuchen lo que nos pasa acá en La Veredita”, cierra la vecina Yessica.