Club de Regatas Almirante Brown: navegar el Riachuelo con perspectiva social

Esta institución, fundada en 1925 y renacida hace una década, hace recorridos los fines de semana y feriados por la Vuelta de Rocha. “Defendemos el concepto de río como un lugar de circulación para todos”, afirman sus integrantes.

Por Juan Manuel Castro

Caminito es un desierto. El reloj da las ocho y media de la mañana de un sábado fresco y ni turistas ni puesteros asoman por la avenida Pedro de Mendoza. El sol cabecea entre las nubes y un rayo naranja a lo lejos hace juego con el puente Avellaneda. No va a llover. Y eso entusiasma a los pocos tempraneros que revolotean en la Vuelta de Rocha con dos botes al hombro. Uno de sus miembros pone a flamear una bandera blanca con la cruz azul de San Andrés. Entonces, el barrio se entera que el Club de Regatas Almirante Brown (CRAB) está por embarcar.

Los socios se sirven de una grúa de la Prefectura, que tiene su destacamento en la Vuelta y les presta apoyo y logística, para bajar los botes y un kayak al Riachuelo. El proceso es un ritual en sí mismo. Poner listones de lado a lado, engancharlos a la polea, girar el rodillo. Entre gritos, indicaciones y mucha tracción a sangre se escucha un chapoteo, la música que indica que está todo listo. Los socios, que lucen remera azul y blanca con el emblema del CRAB, bajan por la escalera amarilla que también facilitan los uniformados.

Como salido de un relato de Ernest Hemingway, Roberto Naone, capitán de remo y referente del club, de barbas blancas y gorro, revestido por un mameluco oscuro del astillero Tandanor, da unas cuantas indicaciones para ordenar a los remeros. Son muchas, rápidas, con las manos bien en alto de un lado a otro. Estar en el agua lo transforma.

Los dos botes y el kayak empiezan a moverse. A bordo van mujeres de mediana edad, con muchas y pocas horas de remo, jóvenes que se enteraron del CRAB por redes sociales, vecinos de sesenta y muchos que vivieron desde siempre en La Boca y para quienes navegar es tan natural como andar en bicicleta o escuchar un tango arrabalero. Es un variopinto unido por poner movimiento y surcar estas aguas.

Uno de los dos botes bordeará el Riachuelo rumbo a Barracas. El otro, irá hasta los diques de Puerto Madero. Pasará bajo el puente Avellaneda y la Autopista Buenos Aires La Plata. Desde abajo, el andar de los autos es un crujido lejano, un segundo plano ante el ritmo sostenido de los remos en entran y salen del agua.

La llegada a la Dársena Sur, que da a la orilla de la Isla Demarchi, es un viaje en el tiempo. “Mirá, esos remolcadores son de los años 30. Conservan la estructura original, solo que se les puso la última tecnología”,  dice Enzo Lomazzi, uno de los socios del club. Abordo también viaja el vecino Oscar Čučkovic, con seis décadas en el barrio. Para sumar al clima, señala la torre de la Usina del Arte, hoy centro cultural, y acota: “Yo trabajaba ahí cuando era una empresa eléctrica, teníamos que revisar que los cables tuvieran tensión”.

El frío de hace un rato da lugar al rayo de sol directo, que rebota contra la parsimonia del Riachuelo. “Fijate, sentí, ves que no hay olor”, dice Lomazzi. Mientras rema cuenta que vio tortugas de agua y peces. Para él, el Riachuelo renace, pero para que sea una realidad indiscutible, dice, debe haber voluntad política de fondo y también un cambio de mentalidad en todos los porteños: “Contás que remás en el Riachuelo y te miran raro, te dicen que no se puede. Si vieran a la Ciudad como la vemos nosotros arriba de los botes se darían cuenta lo que es”.

De modo similar opina Naone: “La Boca no puede estar de espaldas al Riachuelo. Antes la mayoría de los vecinos estaba relacionado de una u otra forma. Hoy te cuesta encontrar una ferretería náutica”.

Esta reivindicación por la vida ribereña se comparte en el club a través del activismo constante, en un clima de camaradería y fraternidad. “Cuando estás arriba del bote hablás con tus compañeros de una forma que no harías en otro lado. A mi hijo (cinco años) le enseñé disciplina. Sabe lo que tiene que hacer y lo que no. Él solo se pone el salvavidas, sabe que se tiene que portar bien para disfrutar el viaje”, dice Lomazzi.

Cuando ya promedia el mediodía son varios los socios relegados que toman mate al lado del puesto de Prefectura, donde el club deja los botes durante la semana. Se esperan y se turnan para que todos den al menos una vuelta por estas aguas.

Las charlas también hacen a la mística de esta institución casi centenaria. Algunas cuentan que son maestras de grado, otros que están a pocas materias de terminar la universidad. La vecina Adriana Suriani le dice a sus compañeros que habló con los obreros que están en plena obra del Paseo del Riachuelo (un corredor verde camino a Barracas) para pedirles permiso e instalar una ermita de la Virgen de Lurdes.

“Esto tiene la dinámica de una familia”, añade Lomazzi y Naone reflexiona: “Además de pensar en el barrio de cara al Riachuelo y su toda su historia portuaria, la actividad en el club implica un sistema educativo, un compromiso de grupo. Lo ves a la hora de bajar y subir los botes, que esté todo en su lugar, en comprometerte a estar a hora para no retrasar a los demás. Se trata de pasar de la dimensión personal, de ser un consumidor por ejemplo, a vivir en un clima de equipo. Cuando estás en el agua es indispensable para navegar y llegar a la orilla, pero también lo es cuando estás sobre tierra para vivir en comunidad”.

El CRAB, una historia de renacimiento

El remo en el país nació en el tiempo de “ir a cargar bolsas al Puerto”. Roberto Naone cuenta que en 1873 nació el Buenos Aires Rowing Club en la ribera de Barracas al Sur, lo que hoy es Avellaneda. En 1876 se fundó el Club de Regatas La Marina frente a la Vuelta de Rocha. Luego ambos clubes se fueron al Tigre. En 1920, le dan un comodato al Club de Regatas América para usar terrenos del Ferrocarril del Sur en la ribera oeste de Dock Sud.

Cinco años más tarde el comodato se suspende y varios miembros se mudan al Tigre para seguir su actividad deportiva. Otros, como vivían y trabajan en torno al Puerto, crearon el 25 de mayo de 1925 una nueva institución, el Club Regatas Almirante Brown. El acto de fundación se celebró en la sede de la Asociación Italiana Bomberos Voluntarios de La Boca.

Desde esa época hasta 1974 el club ganó 105 regatas, según consta en el libro de actas. Sus remeros le dieron fama al club y “casi siempre salían en las páginas de los diarios y revistas”, dice Roberto.

Cita dos hitos: la remera Irma Cancogni fue tapa de El Gráfico en enero de 1935 y años más tarde, en mayo de 1951, Oscar Almirón, remero del club, también fue tapa junto a Alberto Madero (descendiente del fundador del Puerto) por haber sido campeones panamericanos.

El club tuvo una sede en Dock Sud (Manuel Estévez 985) donde desembocaba el arroyo Maciel. Navegaban todos los días por los diques de Puerto Madero y la Vuelta de Badaracco del Riachuelo. En los años 70 el arroyo se entubó y eso, sumado a una merma en logros deportivos, repercutió en forma negativa dentro del club. Muchos socios abandonaron la institución. La última reunión apuntada en el libro de actas fue en 1992 con cinco socios.

El declive era casi irremontable, pero en 2007 Roberto y Tito Raul Alberto Scalese, remero y jugador de básquet, hablaron con Juan Carlos Castiglione que desde 1992 cuidaba el predio de Dock Sud.

En noviembre de 2007viejos socios tuvieron la primera reunión de refundación en el Club Social Cultural y Deportivo Zárate de Caminito, donde Scalese era dirigente. Desde 2008 lo hicieron volver a las aguas del Riachuelo.

Los primeros años hacían una navegación anual y lograron los permisos de Prefectura para hacerlo todos los fines de semana y feriados. En el presente, como el terreno de Dock Sud está intrusado, tienen sede social compartida con el Club Zárate en la calle Enrique Del Valle Iberlucea 1257, en pleno Caminito.

De espaldas al río nunca más

El club es una de las tres patas del Colectivo Ribereño, cuyos miembros bregan por recuperar el espacio público costero. Junto al CRAB, están los miembros de Expediciones a Puerto Piojo (la última playa de río de Buenos Aires, cerrada en 1976) y el centro de estudios Ribera BA.

Este colectivo organiza caminatas gratuitas para desandar “la planificación de años” que alejó a los vecinos de la costa. Se organizó una caminata a la Isla Demarchi apenas conocida la intención del Gobierno nacional de venderla para hacer emprendimientos inmobiliarios. También se han hecho desde el Hotel de los Inmigrantes hacia Costa Salguero, para reflexionar sobre cuán público y libre es el acceso a esta zona del Plata.

Desde la navegación Roberto también llama a reflexionar sobre la relación entre los porteños y sus aguas: “Que no digan que somos los últimos remeros del Riachuelo. Queremos todo lo contrario”. Menciona que en la Causa Mendoza el juez Armella dijo que el Riachuelo es de “contemplación”. “Nosotros queremos contemplar la ciudad desde las aguas, esa es nuestra forma”, añade.

Roberto imagina un Riachuelo dragado, donde haya barcazas que vayan y vengan del Mercado Central con mercaderías. También desea que la presencia del CRAB en las aguas de la Vuelta de Rocha pronto se replique, que haya más navegantes. “Defendemos el concepto de río como un lugar de circulación para todos”, concluye Naone, referente del histórico Club de Regatas Almirante Brown.

Fuente: Agenda Porteña

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