Aprendieron parkour en plazas porteñas y fundaron espacios de entrenamiento para trasmitir su pasión
Hablamos con referentes del Centro Cultural de las Artes del Movimiento y de la Escuela Integral de Parkour. “Es recreación, hacer amigos, un viaje interior en tu vida cotidiana, es movimiento, practica y conciencia”, destacan.
El parkour es una forma de moverse en la Ciudad. Los muros, las pendientes, los escalones. Cada objeto se transforma en un trampolín a piruetas, vuelos, sacudones. Quienes practican esta disciplina lo viven, primero, como un viaje interno, una superación personal; luego como una conexión con su entorno. Hace casi dos décadas un puñado de jóvenes empezó en espacios públicos como el Parque Chacabuco (Comuna 7). Era el tiempo de lo autodidacta, el boca en boca, videos pixelados en la incipiente internet sin redes sociales. En la actualidad estos pioneros se hicieron profesores y hoy transmiten sus conocimientos a grandes y chicos en escuelas y centros culturales porteños.
“Nace de las ganas de compartir lo que hacés, de devolver el aprendizaje, de dar las herramientas para que no te lastimes y puedas superarte día a día”, dice a este medio Brian Rosenfeld, uno de los cinco fundadores del Centro Cultural de las Artes del Movimiento (CECAM), ubicado en la calle Chile 2958, sur de Balvanera (Comuna 3). “Somos amigos que pusimos de nuestro bolsillo para hacer este espacio. Hay objetos y herramientas de todo tipo para desarrollarse en parkour”, agrega mientras un par de niños pueblan la planta baja, un aire fabril lleno de cajones, escaleras, colchonetas, elásticos; un campo pleno para desarrollar el cuerpo y el espíritu.
“La idea es que la práctica sea controlada y a conciencia; que lo que uno aprende acá lo pueda aplicar en la calle, que es el lugar del parkour”, suma Brian, de 31 años, quien dio sus primeros saltos hace una década en el Parque Chacabuco y ahora desborda de emoción y de responsabilidades dentro del CECAM.
Lo que antes fue un depósito de cajones de mudanza hoy es un espacio interdisciplinario de dos plantas. “Llevamos la propuesta a varios dueños y no les gustó, a la dueña de acá le encantó así que pudimos instalarnos”. El CECAM nació con la idea de hacer interactuar a las disciplinas que allí se practican. Además de parkour, también hay movimiento acrobático, tai chi, calistenia, tela, danza, slackline. “Corrés las rampas y obstáculos y el lugar queda listo para una milonga, para una clase de teatro. Es un espacio para mutar. No está limitado a algo fijo. La función muta según la necesidad o voluntad”, concluye Brian.
Otro pionero de esta disciplina en suelo porteño es Josue Di Stefano, fundador y referente de la Escuela Integral de Parkour. Con 13 años de vida y 300 alumnos, tuvo sede en Flores (Comuna 7), Tecnópolis (Villa Martelli) y ahora está en Villa Crespo (Murillo 765, Comuna 15). Incluso tiene su propia marca de calzado e indumentaria. “El parkour es recreación, hacer amigos, un viaje interior en tu vida cotidiana, es movimiento, practica y conciencia. No es solo movimientos lindos, es un estilo de vida, superarse contantemente, respetar el entorno, a las personas, a uno mismo. Es estar en armonía”, define ante este medio y agradece por todo lo que esta actividad le dio.
“Parkour no es ponerse en riesgo. La vida es lo más importante. No podes arriesgarte por un salto. No se puede practicar desde el ego”, añade.
“Para mí el parkour empezó en 1999 cuando vi un documental sobre los Yamakasi, el primer grupo de parkour de la historia (Francia). Lo que hacían ellos era lo que me gustaba a mí. Empecé mi entrenamiento sabiendo que había otras personas que lo hacían. Con un amigo entrenábamos en una terraza. Luego fuimos a plazas. Buscábamos gente para entrenar, pero no encontrábamos. No había redes sociales en ese tiempo. Bajábamos videos del Ares de tres segundos y con eso entrenábamos”.
En esa época mucha gente del parkour estaba en contacto a través de un foro digital donde Walter Bongard, un referente e impulsor de la disciplina a nivel local, era una figura destacada. Él luego se alejó y dejó a Josué a cargo. Fue el puntapié de la escuela. Sobre el presente, asegura: “Es una responsabilidad porque capacitamos a 300 personas. Es una alegría inmensa ver la confianza que nos dan los alumnos y sus padres”.
Luego de casi dos décadas de práctica en suelo porteño, en noviembre de 2015, el Gobierno local inauguró el primer Parkour público de Buenos Aires. Está en el Parque Alberdi de Mataderos (avenidas Directorio y Lisandro de la Torre, Comuna 9). Cuenta con una variedad de volúmenes y estructuras tubulares, solados técnicos y equipamiento de escalada. Es un punto concurrido para quienes buscan desafiar sus técnicas o dar sus primeros pasos.
Sobre cómo se ve el presente del parkour en la Ciudad, Brian lo resume con lo que pasó en octubre: “Hicimos la primera reunión nacional de traceurs (practicante de parkour) en la Capital Federal, con 300 personas que vinieron. Hubo mucha autogestión y casi un año de organización. Fueron clave los miembros de Salto y Vuelo Cirque y Libres del Sur. Ciudad dio permiso para usar el espacio público. El hospedaje se hizo en el Club Suva (Ricardo Rojas 4055, Villa Adelina). Fue un hito porque se hizo la primera reunión de traceurs femenina”.
“El 22 de diciembre hay una actividad en el Parkour Park para recaudar fondos para el evento femenino latinoamericano Girls in Motion Tour que se hará en febrero. Vendrán atletas de varios países”, añade.
Por su parte, Josue agrega: “Veo al parkour en pleno crecimiento. Hay actividades con gente muy luminosa. Es una actividad de amistad, muy pura, contento con todo lo que veo”.