Adolescencia, situación de calle y perspectiva de género: cómo es el trabajo de La Balsa
Es el único dispositivo de pernocte para chicas menores de edad en la Ciudad de Buenos Aires. Pertenece a la ONG Mensajeros de la Paz Argentina.
Por Juan Manuel Castro
“La Balsa es mi casa, un lugar en donde sos libre. Este lugar es algo más bueno que la calle. Cuando estoy en la calle me siento mal, triste, sola y aburrida, pero espero con ansias el horario de ingreso a La Balsa porque acá me escuchan y son como mi familia. Los amo mucho a todos. Les agradezco a todos por aguantarme y no dejarme sola nunca”. La que escribe es una de las tantas adolescentes que asisten a La Balsa, el único dispositivo de pernocte para chicas menores de edad en la Ciudad de Buenos Aires. Aloja a jóvenes en situación de vulnerabilidad social que por distintos motivos no tienen dónde vivir de forma estable.
El debate sobre gente en situación de calle continúa latente en la Ciudad, después de la muerte de varios individuos en la vía pública. Se suma que se divulgaron los datos del segundo Censo Popular de Gente en Situación de Calle, donde se concluyó que en el otoño de 2019 había 7.251 individuos afectados, de los cuales 871 son niños y adolescentes. En 2017 contaban 5.872, de los cuales 594 eran menores.
Hay instituciones que de forma sostenida trabajan esta problemática con pericia, respeto y constancia. Es el caso de La Balsa, en Urquiza 48, a metros de Plaza Miserere. En junio cumplió 10 años de vida gracias a la acción de decenas de voluntarios. La sede es un amplio inmueble de planta baja cuyas paredes tienen piezas de arte con leyendas de empoderamiento y fortaleza: “Yo puedo”, “Valgo mucho”, “Soy única”, “Hoy puede ser un gran día”. También hay salas de reunión y una cocina.
Cecilia Nervegna, su coordinadora, explica: “La Balsa es un centro transitorio para chicas. En nuestros inicios hace 10 años trabajábamos con varones menores de edad, pero luego nos dimos cuenta de que no había ningún centro de nenas y elegimos poder trabajar con esta población. Se pensó como una instancia intermedia entre la situación de calle y un ingreso a un hogar en principio, y con los años se fue modificando. La Balsa es un centro a puertas abiertas, te quedas si querés y el tiempo que querés, lógicamente quedándote, hay reglas de convivencias, normas a cumplir, como en cualquier casa o familia, porque esa es una de nuestras tareas, la de contener, orientas, encuadrar, escuchar, dar esperanza y alternativas”.
Hoy La Balsa trabaja con chicas adolescentes en situación de calle con perspectiva de género, luego de que sus integrantes reciban capacitación enfocada en diversidad, nuevas identidades, violencia, ESI, entre otras: “Es una población que tiene la mayoría de sus derechos vulnerados, y nuestro trabajo es día a día acompañar la restitución de esos derechos, que suelen estar relacionados a la salud, la educación, la identidad, vivienda, contención, entre otros, para que puedan de a poco, gestionarse un proyecto esperanzador y emprender un camino que les permita mejorar su situación general y en el mejor de los casos terminar con su situación de calle”.
Cecilia señala que es una población muy diversa: “Hay chicas menos alfabetizadas, también población con consumo problemático de sustancias psicoactivas, algunas han tenido problemas con la ley, y en general es el sector de la población más difícil y demandante, pero nosotros estamos siempre acá, para volver a intentar ayudarlas a cambiar su realidad cada vez que aparecen”.
Cecilia analiza que muchas chicas en situación de calle padecen situaciones de violencia constante: “Queremos seguir estando a la altura de las circunstancias cuando una joven nos necesite, buscamos que sepan que nadie puede tocar su cuerpo si no quieren, que tienen derecho a decir no, que no necesitan depender de un hombre para vivir, buscamos que recuperen sus sueños, sin depender absolutamente de nadie que las condicione o las lastime. En situación de calle o vulnerabilidad social hay muchas situaciones de abuso sexual o violencia que se naturalizan, incluso por ellas mismas. Sobre eso queremos problematizar y pensar, con ellas. Hacerlas reflexionar, que vuelvan a sentir que valen y que pueden”.
Desde La Balsa se valoriza lo cotidiano: “Muchas nenas vienen acá con la esperanza en menos diez. El cambio fuerte, para que puedan salir adelante, es desde lo cotidiano. Lo que vos dejas en cada una, en su subjetividad, cada día, ese trabajo casi invisible, desde el amor y la construcción de un vínculo, eso es lo que muchas veces las puede ayudar a empezar a verse, a quererse, a sentir que vale la pena, así sea una vez, así sea muy de a poco”.
“Las jóvenes que ya cumplieron la mayoría de edad siguen viniendo a visitarnos y eventualmente las ayudamos en lo que podemos. Es muy grato ver que hoy tienen proyectos, algunas estudian, otras tienen hijos o familia, algunas militan en proyecto feministas, otras trabajan, otras recuperaron vínculos con sus familias. Cada una a su manera pudo darle un sentido a su vida, verlas luchando por lo que quieren, es lo que le da sentido a nuestro día a día, es saber que aún hay esperanza, y que todo se construye y se reconstruye desde el amor”, concluye Cecilia.