1M: la visión desde la calle

Exclusivo. PuraCiudad fue a cubrir una marcha en Buenos Aires que resultó, más que una demostración de fuerza, un canto de apoyo a un modelo que tiene mucho para decir dentro de la política argentina.

El pueblo (concepto “revolucionario” que ha dado paso al más pasteurizado de “gente”) -o parte de él- fue llegando de a poco al Congreso. Ya desde la tarde del sábado, banderas de distintos partidos y sindicatos iban dandole color a la plaza del Congreso.

El corte de calles era importante. Prácticamente, apenas pasabas Once, los colectivos -como el 5- debían desviarse por Pasteur-Viamonte-Libertad. No obstante, la gente iba llegando con tranquilidad a la concentración.

A diferencia de otras marchas, es menester ver el rostro de los participantes. Es un conglomerado variopinto que abarca diversas edades y clases. Lo que desborda es un deseo genuino hacia el motivo por el cual están donde están, apoyando a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, después de ciertos nubarrones que ensombrecieron los últimos días su figura.

La gente sonreía. Hablaba y deseaba conversar para intercambiar los pareceres sobre lo que estaba pasando. Familias enteras, de la mano, iban a participar de un acto político.

Nos ubicamos justo en la esquina de avenida de Mayo y Callao, en diagonal a una famosa cadena de pizzerías. Fue una ardua tarea quedarnos en ese lugar debido al transito constante de personas yendo y viniendo.

Desde nuestra ubicación se pueden ver las banderas de una gran cantidad de agrupaciones, que portaban banderas de La Cámpora, Kolina, Movimiento Evita, Tupac Amaru y Unidos y Organizados, entre otras. Es importante destacar que, en ningún momento, La Cámpora distribuyó armas de ningún tipo. Reitero, no he visto M16 o UZI en manos de militantes, tal como algún diario o político ha dicho que ocurriría.

En una imagen casi surrealista, los granaderos a caballo pasan por Callao y suena “Tengo”, el clásico de Sandro, en la versión de Divididos. Es cierto. Ocurre de tal manera y tomando la famosa frase de los Redonditos de Ricota, “¡No lo soñé!”. Es real, tal como se cuenta.

Si de música se trata, el hit “Che gorila, che gorila/no te lo digo más/si la tocan a Cristina/que quilombo que se va a armar”, se lo escuchó en más de una ocasión.

A las 12.30 se cantó el himno y empezó el discurso de CFK. No vamos a repetir lo que todo el mundo está diciendo/analizando en este preciso instante sino llevar las impresiones desde el lugar donde palpitan los corazones: la calle. Será justamente ahí, el termometro de los diversos temas que fue abordando CFK en un discurso que llegó casi a las cuatro horas de duración. Será justamente esta situación un punto de quiebre porque había silencio a medida que se veían las pantallas que traían la voz de la presidenta. Había interés y comprensión al respecto. Por eso, cuando se aprecia que el discurso de Mauricio Macri dura treinta minutos o Sergio “Tajaí” Massa dice que “cuando sea presidente, haré discursos cortos para que la gente los entienda”. Esto es una falta de respeto ya que se está tomando de idiota a la gente, poniendola en un lugar de consumo como si fuera un Mc Donalds: rápido consumo y nada de contenido.

Al momento que las pantallas “ponchaban” a la oposición, se escuchaban silbidos y abucheos. No obstante, al momento en que CFK hizo mención al ex presidente Raúl Alfonsín, un cálido aplauso se escuchó desde el sector que estábamos ocupando.

En algunos momentos llovió. La gente no se movía. Solo escuchaba y manifestaba su parecer con respecto a lo que decía CFK. Un señor de setenta años se emocionaba y decía “brillante”, después del descargo de la presidenta frente a la cuestión AMIA-Embajada de Israel y una visión corta pero contundente de la situación geopolítica en los 90, contexto de ambos atentados. Una ovación explotó cuando se anuncia la futura estatización de los ferrocarriles.

Cuatro horas casi de discurso que terminaron con una idea que quedará en la historia. “Un país comodo para la gente”. No hay un cierre. Esa idea, en si misma, encierra un todo que será para analizar con mayor detenimiento a medida que transcurran las horas y, sobre todo, después de diciembre de este año.

Suena “Donde las águilas se atreven” de Attaque 77 (Ciro Pertusi -ex líder de dicha banda- ya manifestó que no está de acuerdo con la utilización que hicieron de la canción) y “Juguetes perdidos” de los Redonditos de Ricota. Cristina sale en una combi blanca y saluda. Se escuchan fuegos de artificio mientras la gente baila y se desconcentra con la música de fondo. Alguno dirá que es el típico “folklore peronista”; otros, que es el pueblo expresándose de manera genuina.

Como sea, la gente salió a la calle a expresarse, con alegría y sinceridad. Los prejuicios quedarán para aquellos que necesitan creerlos; aquellos que no salieron de sus casas ni se mojaron, no dejarán esas ideas de lado. Lo cierto es que acá no hubo solo lo que imaginamos como militancia, y mucho menos por un “chori”. Hubo gente de todas las edades, que cantaron y bancan un proyecto que fue elegido en elecciones democráticas.